Crear un futuro lejos de casa


Por Flavia Di Paola y Mariana Vasile

Elegir una carrera es pensar en un destino, en esperanza para el futuro. Sin embargo, a veces en la elección también aparecen las complicaciones, que van ligadas a decisiones importantes por las que muchas cosas entran en juego. Por lo general esto sucede en un momento en que, sin distinción de edades, sólo se toma conciencia de que se ha culminado una etapa y hay que comenzar otra.

Muchas veces ese destino, carrera, elección o hasta continuación de un sueño, está lejos de casa. Hay que irse a otra ciudad, a un lugar en el que uno nunca pensó que podría encontrarse. Falta de afectos, soledad y crecer de golpe. Esto es lo que muchas veces hay que afrontar por diversos motivos como tener que solventarse los gastos, buscar un trabajo y un lugar donde dormir.
Estudiar lejos de casa, por ejemplo, es algo que se decide a veces de forma muy consciente y otras simplemente a través de dejar fluir determinada situación. Quizás la necesidad de viajar no es tal, pero la elección y el aprendizaje están en uno.

Mientras haya mucho para estudiar, trabajar, momentos para compartir y darse cuenta de que la carrera gusta y de que uno está convencido de la elección, todo está en condiciones. En otras palabras, mientras no haya tiempo para pensar en lo que uno dejó, todo estará bien.

En tiempos muertos es donde se comienza a extrañar, donde la duda puede llegar y el miedo al futuro, instalarse en cada joven que se transformó en un adulto que busca su continuidad en un mundo que no es tan fácil como parecía.

A veces las distancias son dueñas de unos cuantos kilómetros. Otras tantas, ella puede quedar reducida a pocas horas de viaje o gracias a las nuevas tecnologías. Sin embargo, la visita constante no suele ser lo mejor, ya que a la hora de la despedida surgen raras sensaciones, y lo que en algún momento resultaba fácil se hace confuso: “¿Qué voy a hacer cuando termine?, ¿Vuelvo?. Quizás sea lo mejor, quizás consiga un mejor trabajo”. Muchos son los cuestionamientos pero lo cierto es que nada puede ser decidido porque todo depende del tiempo y de lo que vaya a ocurrir en el transcurso y desarrollo de la carrera, que no es nada más y nada menos que el futuro de cada uno.

Y así, después de horas de estudio y viviendo a mate, fideos y arroz, se llega al final como si hubiera sido un abrir y cerrar de ojos. El secreto estará entonces, en no desesperar. Será ese momento del que tanto te hablaron y a la vez, eso que tanta incertidumbre trae consigo. Ir de a poco y a conciencia, dicen, marcará el camino correcto.


Pequeños y grandes problemas a la vez:
· Empezar a conocer un lugar que no se conoce, lo que implica tener que perderse más de una vez.
· Hacer cuentas, repartir el dinero y no quedarse en cero. Recordar que la ropa a veces hay que mandarla al lavadero, se extiende el uso y se cuida de no ensuciarse.
· ¡Comer arroz!
· Enfrentar la soledad y comenzar a dar lugar a la posibilidad de nuevas personas en nuestras vidas.
· Confiar y desconfiar aunque no se quiera.
· Crecer y darse cuenta que no es nada fácil ser independiente y que cuando uno crece, las responsabilidades también lo hacen.
· Tener que levantarse y seguir adelante, aunque la solución rápida que siempre aparezca sea: “Volver a mi pueblo”.