Aborto: una dura realidad que no se puede esconder


Por Gala Barale, Valentín Belza y Giuliano De Santis.

El aborto adolescente es uno de esos temas considerados “tabú” en nuestra sociedad. Tal vez integra el podio de los problemas que generan mayor discordia en cualquier discusión, junto con el matrimonio igualitario y la baja en la edad de imputabilidad de los criminales. Cada uno de ellos despierta opiniones encontradas que muchas veces no tienen fin.

Pero al referirse al aborto de adolescentes, una de las cuestiones que no se trata con profundidad es qué pasa con las chicas que atraviesan esa difícil situación. ¿Están realmente contenidas?, ¿Se les dan las herramientas para que sus vidas no corran riesgo?, y lo más importante: ¿Por qué llegan a tomar esa decisión?

En Argentina, según la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF, por sus siglas en inglés) se estima que se realizan entre 350 y 500 mil abortos por año. El 10% de esas intervenciones clandestinas, son llevadas a cabo en adolescentes de entre 15 y 19 años. Si bien ese porcentaje no parece a primera vista muy alto, el promedio asciende estrepitosamente en las mujeres que superan la adolescencia, pero que aún no son consideradas adultas (hasta los 30 o 35 años).

Se establece, además, que más de 400 mujeres mueren por año como consecuencia de abortos clandestinos y alrededor de 55.000 se internan en hospitales públicos por las consecuencias de abortos mal realizados.

Pero a la hora de analizar un aborto adolescente, las frías cifras no son tan recomendables, porque se trata de un tema muy sensible y complejo. Por eso, el testimonio de una chica que pasó por esta experiencia servirá para dar mayor claridad.

El aborto adolescente en primera persona

Mariana, que no es su verdadero nombre sino que fue modificado por pedido de ella, tiene 27 años y, según confesó, a los 17 su vida “cambió totalmente, dio una vuelta sin retorno”. A esa edad abortó.

Según contó, la decisión fue tomada por sus padres, ya que veían que su hija no estaba preparada para asumir la responsabilidad de tener un bebé. “Yo acepté lo que ellos me ordenaron y en su momento me pareció lo mejor”, afirmó Mariana, y aclaró que en la época en que quedó embarazada todavía no había terminado la escuela secundaria. Al pasar los días, mientras sus padres organizaban las tratativas para llevar a cabo la intervención, los sentimientos se fueron mezclando en ella, y cuando el turno en la clínica ya estaba estipulado, la joven había cambiado de opinión. “Estaba dispuesta a tener a mi hijo, y bancarme la que venga”, repitió varias veces como si se estuviera consolando a ella misma. Pero el miedo la venció, no tuvo el valor de hacer respetar su decisión, y abortó.



De a poco, luego de decir el verbo definitorio “aborté”, centenares de lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, pero continuó contando su historia. “Lo más traumático no fue la intervención, sino el después”, confesó, y describió cómo esa decisión que tomó a sus 17 años la va a perturbar para siempre: “Es algo que no se supera”.

El aborto es ilegal, y como todo lo ilegal es perseguido por la sociedad, juzgado, rechazado, mal visto, criticado y todos esos sentimientos adversos no le fueron ajenos a Mariana, quién los sufrió y, aunque ahora en menor medida, los continúa sintiendo.

La intervención de Mariana salió bien, no tuvo ninguna complicación ni le trajo consecuencias posteriores en materia de salud, pero no todas las mujeres que deciden interrumpir su embarazo corren con la misma suerte. Cada vez son más las que lamentablemente mueren víctimas del aborto clandestino.

“Tardé muchos años en perdonarme por lo que hice”, balbuceó, con vergüenza, pero para que no quede ninguna duda, enfatizó: “Cada día que pasa me arrepiento y pienso en mi hijo”.

El aborto ilegal pude traer demasiadas contravenciones en el cuerpo, y pueden acompañar a la mujer el resto de su vida. Pero esto no es un impedimento para buscarle una solución a ese problema que se presenta.

Esterilidad, abortos espontáneos, nacimientos de niños muertos, trastornos menstruales, hemorragias, infecciones, son algunas de las consecuencias que la interrupción forzada del embarazo pueden ocasionar en el cuerpo de una mujer.

La decisión que tomó Mariana no puede tomarse como la mejor ni como la peor. El contexto en el que ella vivía, las presiones familiares y la influencia de una sociedad prejuiciosa conformaron los motivos que la llevaron a hacer lo que hizo.

El aborto es una decisión muy personal de cada joven embarazada, pero siempre se tiene que tener en cuenta la vida de cada chica luego de esa difícil decisión, y las repercusiones que tendrá, antes de juzgarla y condenarla.

Los medios “cómplices” de la violencia de género



Por Cecile Méndez Catoi y Marianela Andrés

La violencia es un comportamiento deliberado y consciente, que puede provocar daños corporales o mentales a la víctima.
El término proviene del latín violentïa y está vinculado a la acción que se ejecuta contra la voluntad o el gusto del prójimo.

La violencia de género es la que se produce como consecuencia de las desigualdades entre un sexo y el otro. Por lo general, se utiliza el término para hacer referencia a la agresión hacia la mujer, pero también puede darse en caso inverso. Es un delito, en tanto y en cuanto constituye una conducta antijurídica que debe ser prevenida y sancionada. Es un problema social, un atentado contra el derecho a la vida, la dignidad, la integración física y psíquica de las mujeres.

En los últimos años se han vivido momentos en que los medios de comunicación del país han sido claves a la hora de movilizar a la ciudadanía. Cumplen un rol muy importante en la sociedad, pero lo cierto es que, a la vez, en su mayoría son los primeros que ejercen un lenguaje que nada tiene de neutral ni de objetivo, por el contrario, a veces resulta discriminatorio.

Asimismo, la violencia de género requiere que sea entendida como una problemática de orden social, sin embargo no es lo que sucede en la actualidad. Los consumidores de medios la perciben como éstos últimos la informan. Por ello, es que los comunicadores pueden formar parte de ésta violencia si no se emiten adecuadamente ciertas noticias.

Las mujeres en el centro de la polémica

Se han hecho públicos durante los últimos años varios casos de mujeres asesinadas por hombres, caratulando la causa como crímenes pasionales. El tratado que los medios le dieron a estos casos no ha dejado de lado la violencia de género.

Lo cierto es que se han perdido algunas cuestiones y lo que se quiere transmitir muchas veces parece que llega como mensajes confusos hasta incluso, a veces, discriminatorios que no corresponden con el papel que las mujeres están desempeñando en la sociedad actual.

Un caso muy emblemático en el país fue el de Nora Dalmasso, asesinada el domingo 26 de noviembre de 2006 en su casa del barrio privado de Villa Golf, un crimen impune sin culpables, pero con las miradas y evidencias puestas principalmente alrededor de su marido.
Muchos de los medios de comunicación para referirse a éste asesinato utilizaron titulares como: “En la cama había ADN de dos desconocidos” (Diario Clarín), “Misterioso asesinato: la víctima era esposa de un prestigioso médico de Río Cuarto”, “Crimen en un country: estrangulan a una mujer con la cinta de su bata de seda” y al que la nota continuaba: “El cuerpo estaba semidesnudo en la cama de la hija de la víctima. Según las pericias, tuvo sexo consentido antes de morir. El marido estaba en Punta del Este jugando al golf. La casa no fue robada”, (Diario Clarín, 28 de noviembre de 2006). Otro titular utilizado fue: “Sospechan que sería pasional el caso de la mujer ahorcada en un exclusivo Barrio de Río Cuarto” (Diario Clarín lunes 27 de noviembre de 2006), entre otros.

Los titulares demuestran cómo se descalifica e injuria a la mujer. Como los medios con la utilización de términos inadecuados hacen una discriminación positiva del género masculino, erotizan la violencia, ubicando a la mujer en un lugar de víctima culpable.

Informar sobre la vida personal y sexual de la persona, también es un caso de violencia. En la causa Dalmasso, el hecho que ella provenga de una familia de clase alta, y que haya sido ahorcada con su bata de seda luego de tener sexo con un hombre que no era su marido, sirvieron para darle cierto morbo a la nota, y justificar al “pobre” marido, víctima de infidelidad. Los medios hablaban de crimen pasional. Lo que se quiere explicar con esto es que las mujeres “mueren”, no son asesinadas, y quién comete un crimen pasional, no es una víctima desequilibrada por un caso de infidelidad, es un delincuente.