Por Matías Saldívar
Día de fútbol en Mar
del Plata. Juega Aldosivi. El equipo de la ciudad recibe a Boca Unidos de Corrientes por la octava
fecha del Nacional B. La hora del partido: 19.15, de un miércoles laboral. Eso no impide que en el barrio (en los
barrios) se junten las bandas aldosivistas. Se amontonan en las esquinas para pintar murales con los colores y
dibujos del club, para preparar el cóctel –que no se mezcla sólo- para la
caravana canchera, para crear canciones y, frecuentemente, para hacer bardo:
pelearse con hinchas de otros equipos o con la policía, o romper y saquear comercios.
En Estación Camet, un pueblo ubicado al norte de
General Pueyrredón en el Km. 393 de la autovía 2, los hinchas de Aldosivi se
juntan en la plaza del barrio o detrás del “Paredón”. Una casilla precaria a la vera de las vías a Buenos
Aires. Techo de chapa (como las del gallinero de al lado), con las maderas
pintadas prolijamente “por los pibes” del Tiburón, con sus colores y el escudo
del portuense. En frente, campo. Tan
lejos del Puerto pero con el mismo sentimiento.
Se reúnen para esperar “el escolar”. Ese colectivo
que los tiene que llevar al estadio José María Minella. Aunque antes deberá ir al barrio Los Pinares
– a levantar a la banda de aquel sector de la ciudad- y al (barrio) San Martín,
desde donde sale el grueso de la hinchada.
“El escolar salía muy caro”, informa “El Tatán”, un
referente de la banda de Camet, y los pibes van a la cancha “en un camión de
diarios”. Orgullosos, locos,
delirantes, contentos – aunque el presente del equipo no les de motivos-. El camión que trae el diario Clarín desde la Capital Federal es
el que ahora transportará a los hinchas de Aldosivi a la cancha. El chofer se llama Ariel (35) y también es
hincha del Verde: “Es la primera vez que llevo a los pibes en el camión del
laburo”, confiesa.
Ellos y ellas,
porque hay 5 damas entre 50 pibes, alucinan sobre la caja del camión. Van con
los portones abiertos (“porque sino no hay aire”) y casi a oscuras. Casi como
la caja de un camión celular. Sueñan con las rayas
blancas pintadas sobre el asfalto. Arrancaron. Los sigue detrás un Renault Clío
a pura bocina.
Ya en el barrio San Martín, al otro lado del
territorio marplatense, se encuentran con “La Gringada” de aquella
zona. Más camiones, autos, chatas, motos, bicis y gente a pie cantan, bailan,
saltan, fuman, toman, gritan, se unen en una misma voz: la de la pasión. Las motos “hacen punta” en la caravana que
sale dos horas antes del partido. Cortan el tránsito sin custodia (en ciertas
ocasiones resulta mejor así) y encaran para el Mundialista.
Los semáforos en
rojo son violados como una demostración de “aguante”. “Los de las motos” se pelean con los conductores apurados que quieren
cruzar porque la luz verde se los permite. “¡Hoy juega el Verde!”, es el grito
que justifica su accionar.
Bombas de estruendo,
bocinazos, fuegos artificiales, bombos, banderas, binchas. Gorros también. Todo
sirve para decorar la ilusión.
El recorrido elegido
por la muchedumbre –casi 300 personas participan de la caravana- fue: la calle
Gianelli, la avenida 39, avenida Peralta Ramos, giro a la izquierda (prohibido)
en Vértiz, a la derecha en Coronel Vidal para desembocar en avenida De las
Olimpíadas y el acceso sur del estadio.
Una vez ahí, la policía los separa para un costado
del resto de la gente que sacó la entrada en boletería y los obliga a formar
una fila para entrar a la popular Sur. La fiesta sigue en la cancha.