Por Mora Agustina Di Paolo
Muchas mujeres, muchos hombres, todo ellos en un mismo lugar, apretados. Intercambian miradas, sorbos y piropos, pero el objetivo es uno solo. Las personas se acercan a ese lugar, que mas que lugar es un oasis, es la Meca. Es el espacio donde todo ser humano es igual. Ese cubículo no distingue edad, religión o condición económica. Chetas y rochas, caretas y wachiturros se rinden a sus pies: el baño. Ese cuadrado de 2 x 2 es el sitio tan deseado por quienes concurren a bares y boliches, y donde la vejiga pide tiempo fuera. En su puerta, una procesión se convoca, algunos impacientes otros mas relajados, pero todos conteniendo.
"He visto de todo en estos 12 años trabajando
acá, en este pasillo", cuenta una mujer de unos 50 años, quien es
la encargada de dirigir y controlar la puerta de los baños femeninos y
masculinos de un boliche de la ciudad. Ella, con una sonrisa, dialoga todos los
fines de semana con centenares de personas que buscan hacer mas llevadera la
espera para entrar a "hacer sus
necesidades". Muchos con respeto y simpatía, otros un tanto
alterados por la necesidad escatológica que, al verse satisfecha, logra cambiar
el humor de las personas. Los hombres se mojan el pelo, las mujeres le hacen
ojitos al espejo y siguen su camino, esperando no tener que volver a hacer esa
fila eterna o sabiendo que pronto volverán.
"Los hombres son mas respetuosos que las mujeres, incluso me dejan
mucha mas propina", manifiesta "la del baño" cansada del trajín de la noche y
con ganas de que su lugar de trabajo cierre para poder irse a dormir. Pisando charcos de agua y otras sustancias de
los inodoros tapados, junto a una banqueta con un pequeño recipiente de
plástico con algunos billetes y otro de papel higiénico enrollado comenta
mientras la fila avanza: "Las
mujeres son sucias, no les importa que después haya que limpiar".
Coordinando el ingreso agrega:
"He visto mujeres haciendo pis al costado o vomitando y después se van
como si nada hubiera pasado". Es ese el momento en el que esta
mujer agarra su equipo de limpieza que consiste en un balde, lavandina, trapo
de piso y escurridor y se dispone a limpiar. Un poco de coraje y otro poco por
costumbre. Todo un servicio. Ni mamá lo haría.
Sin embargo,
lo más "asqueroso", para esta señora que parece tener el
estómago y las manos de acero, han sido otro tipo de situaciones: "Una vez vi dos chicas apretando mientras
hacían la fila, un asco", cuenta mientras su cara expresa
repugnancia. Limpiar caca por lo visto no es nada en comparación a un besito
entre chicas.
Eso si, sin
dudas la mujer del baño lo ha visto todo, muchos mas de lo que a nosotros nos resultaría
agradable ver.
EL ARTE DE
HACER EN EL BAÑO PÚBLICO
Una vez
adentro, el desarrollo de las tareas higiénicas puede ser normal, como lo
hacemos cotidianamente en nuestros hogares. En otros casos, el clima de farra y
el alcohol pueden lograr que hacer lo primero sea una situación un tanto
tragicómica. ¡Y que hablar si se trata de lo segundo!
Como ha
quedado claro anteriormente, las condiciones de los baños de los locales
bailables suelen ser poco higiénicas, en parte por culpa de sus usuarios y otra
parte por la poca importancia que los dueños le dan al preciado retrete. Es
entonces cuando comienzan los malabares, en el caso de las mujeres, para poder
hacerlo sin caerse, sin ensuciarse, sin que se les caiga la cartera en el piso
mojado. Asumiendo la carencia de papel higiénico, muchas señoritas por consejo
de su madre llevan papel en sus bolsos, mientras que algunas osadas desarrollan
una acción denominada sacudida, también conocida entre los de sexo
masculino.
El baño
masculino también tiene sus particularidades. Allí se baten a duelo los hombres
mediante miradas de reojo. Defienden su dignidad, miden su hombría y su éxito
con las chicas. Claro que ninguno de ellos lo asumiría. Algunos sólo dirán que
es un acto reflejo, es natural. Otros, sin embargo, lo negarán, incluso con
argumentos homofóbicos. Hombres.
"NO HAY
PAPEL, NI SIQUIERA UN PEDACITO"
Atravesando
el fino límite entre lo agradable y lo desagradable, ahondando en las
profundidades de la deyección, y a falta de bidet o del preciado papel surge un
dilema más que existencial que no todos tienen la audacia de resolver. El gran
cómico Hugo Varela nos brinda una excelente solución en su canto "Corbata
rojo punzo".
El baño público saca lo más desagradable de cada uno. Allí adentro hasta la más coqueta pierde el encanto. En el baño del boliche las personas se toman un rato para pensar, se generan reflexiones profundas, se planean y gestionan próximas actividades: el siguiente trago a beber, el siguiente paso en el coqueteo con el/la que nos está esperando en la barra.
La filosofía
del baño público es tan brillante como simple, tan cotidiana como lo es
justamente ir al baño. Es una expresión libre, es rebeldía y es
honestidad, porque creemos que nadie va a reconocer la autoría. Esos escritos nos
generan una sonrisa en un momento de silencio y concentración o mientras
intercambiamos palabras con el que nos espera afuera.
Es un lugar
de paso que pocos cuidan justamente porque todo allí dentro debe ser así, sino
no nos sorprenderíamos como lo hacemos al entrar a uno limpio y con olor
agradable. El baño público es un asco porque las personas son un asco hacia lo
que es público. Son dañinas, es la esencia, es innato. Sin embargo, nadie duda
en acudir a él cuando el cuerpo lo pide, pisar los charcos, sostener la puerta,
hacer, limpiarse o no, tirar una cadena imaginaria y salir con la sensación de
alivio en la cara.
1 comentarios:
No sé para qué están los baños, si a la salida de los boliches mean en la puerta de mi casa,lo que me da mucha bronca, ya que viven bebés en la misma.
La policía brilla por su ausencia, tampoco hay control de alcoholemia, etc, etc.
Publicar un comentario