Estudiar sin aulas: Libertad y Artes Visuales.



Por Ayelén Rosso

Elegir qué carrera seguir no es nada fácil. Sin embargo, existe una preocupación más grave aún cuando esta decisión indiscutiblemente sigue el camino del arte.
La sociedad argentina avanza y sus creencias y valores se mimetizan con los nuevos tiempos (acelerados) y las influencias de la globalización dan sus frutos: la transculturación.
A pesar de este aparente proceso de liviandad posmoderna, apertura y tolerancia a incluir fragmentos de otras culturas a la propia y permitir la entrada de productos culturales extranjeros, el artista en Argentina continua siendo visto con ojos de “bohemio”, solitario, loco. Y, sin dar espacio, ni respiro, seguida a la frase “soy artista plástico”, el receptor expresa otra, esa que subraya la idea nacional del arte: “¿Y a qué te dedicás?”
La profesión del pintor, teñida de desconocimiento y prejuicios, transita por un camino estrecho y duro. Sin embargo, artistas locales con reconocimiento internacional sostienen que lo importante en este caso es la perseverancia y que la base de estos problemas socio-culturales, que se transforman en obstáculos, es la falta de educación.
Por ello, dibujantes, pintores, docentes, instituciones educativas y periodistas dan su opinión sobre una incógnita fundamental para quienes desean hacer de la actividad artística y creativa su medio de vida:
¿Es necesario estudiar Artes Visuales para ser artista plástico?


Una vida de taller

Si por algo se caracterizó artísticamente el renacimiento, más allá de las obras de los grandes genios del periodo, es por la explosión de talleres donde los maestros de pintura enseñaban sus técnicas a los aprendices.
Sostenidos por los mecenas, señores con poder económico, los artistas veían en el arte un móvil no sólo expresivo sino también monetario y comercial.
Con los cambios y revoluciones post renacentistas, cada hombre tuvo un nuevo rol social sin excluir al artista y sus obras, quien debió solventar su propia economía, explotar su libertad de expresión en un mundo distinto repleto de nuevas preocupaciones, tecnologías y excesos.
Las guerras y el mismo siglo XX trajeron todo el drama y dolor para que el arte sobresalga de la historia y abandone su postura cuasi pasiva.
Así, la voz de cada artista tomó un cuerpo y peso cada vez más fuerte y sus resultados (las obras) fueron cada vez más valiosos en concepto y dinero.

Talleres: la mejor alternativa

Como en el renacimiento, los profesionales hoy consideran que el aprendizaje artístico debe llevarse adelante en talleres particulares que no respondan a alguna institución o ministerio educativo.
Si bien toda formación académica es útil, la libertad de estas escuelas permite un desarrollo personalizado y sensible de cada individuo que se acerque a estos espacios con conocimientos técnicos previos o sin ellos.
Las propuestas independientes crecen junto con el número de personas que se identifican con estas alternativas aunque esta autonomía resulta difícil de mantener por los obstáculos económicos.
Artistas plásticos locales, como Miguel Canatakis y Daniel Tedeschi, coincidieron en que la raíz de estos problemas es la educación. La falta de una formación artística desde la infancia que permita que los futuros adultos sepan apreciar obras de arte es uno de los motivos por los que esta actividad no es de consumo masivo.
Sin embargo, existe un grupo reducido de personas que elige comprar cuadros de nuevos o conocidos pintores y apuesta al verdadero arte, el tangible y a las sensaciones de las texturas y técnicas, antes de colgar en sus casas una fría y uniformada lámina de una obra clásica.
Pero, para hablar de técnicas hay que conocerlas y al mismo tiempo aplicarlas. Es en ese momento donde se discute si es necesaria la formación académica del artista o puede una obra ser el resultado de la propia exploración autodidacta.
Nicolás Fabiani, profesor de historia del arte en la Universidad Nacional de Mar del Plata, asegura que es necesario no sólo conocer las técnicas artísticas sino también el pasado del arte. Aunque estudiarla no quiere decir que deba hacerse dentro de un aula. “Yendo a buscar la información en un libro ya se está estudiando”, afirma.
El mismo concepto señaló el periodista, Agustín Marangoni : “El grueso de la humanidad todavía considera que la educación, lo que formalmente se denomina estudiar, sucede adentro de un aula, atravesada por decenas de papeletas administrativas, bajo la mirada atenta de una autoridad y legitimada por una institución”. En este sentido resalta que “estudiar arte es también participar de una charla de café con gente idónea, leer, recorrer muestras, mirar películas, escuchar música y, sobre todo, aprender a ponerle el cuerpo a lo que se quiere decir: escucharse a sí mismo”.



Puede que ese sea el caso de Miguel Canatakis, cuyas obras están en varias salas del país y en colecciones privadas de Holanda, Canadá, Francia, Egipto, Brasil, Italia, México y Paraguay, que no estudió artes visuales en una academia pero durante su juventud investigó el surgimiento de cada movimiento pictórico en la Biblioteca Municipal sólo por curiosidad. Al respecto sostiene que “es muy importante conocer la historia del arte para ubicarse en el espacio y tiempo en el que se desarrollaron las obras para saber qué quiso decir el artista y con qué intención y sentimiento”.
Por otra parte manifiesta que “estudiar artes visuales es bueno pero no es necesario porque lo más importante es la capacidad y el talento y eso está con uno”.
Miguel Canatakis aprendió a pintar observando a los artistas que se ubicaban en la plaza colón de la ciudad y ya como pintor profesional acudió a clínicas de arte y talleres para perfeccionarse.
La historia se repite en el caso de Daniel Tedeschi que desistió de la formación de la escuela de artes Visuales Martín Malharro porque al ingresar allí no lo “convenció” y prefirió hacer la carrera de diseño Gráfico en un instituto privado. Sin embargo, el título lo obtuvo en la práctica ya que no finalizó los estudios sino que comenzó a trabajar en una agencia de publicidad antes de recibirse.
Años más tarde durante sus ratos libres, en los que “descanzaba” del diseño, descubrió su pasión por el dibujo. Su técnica: los mismos materiales que usaba para bocetar en su trabajo, una lapicera profesional.
Fue en un taller donde aprendió a darle forma de cuadro a los dibujitos en los márgenes de sus hojas de diseñador.
Por este motivo Tedeschi, quien expuso en varias salas del país y del exterior (Inglaterra, Estados Unidos y Japón) sugiere que “todo lo que sea aprender es útil tanto teórico como técnico, pero es la vida quien termina de formar al artista”.

Un buen atajo hacia la exploración

Todas las opiniones llegan al mismo punto: lo esencial es el talento propio de cada ser sensible que expresa mediante diferentes técnicas y sobre variadas superficies, sus experiencias personales.
Los estudios resultan ser un atajo para llegar donde con la experimentación autodidacta se tardaría más tiempo.
Yamandú Rodríguez, profesor de Artes Visuales y músico, afirma que cualquier persona que se dedica al arte estudia y experimenta pero haciéndolo solo puede tardar mucho tiempo en aprender cosas que un profesor o artista puede enseñar en una sola clase.
La misma opinión sostiene el artista plástico y docente, Pedro Vincenzo, quien asegura que estudiando se aprenden técnicas y herramientas más rápidamente.
Desde el Teatro independiente, El Galpón de las Artes, retoman la afirmación de que toda formación es positiva. Sin embargo, sostienen: “El estudio en una institución que responde a un programa educativo enviado desde el ministerio de educación no es necesario. Por supuesto que aporta, nosotros estamos a favor de todo tipo de formación educativa, pero apoyamos más la educación en talleres de arte”.
Respecto a las instituciones educativas convencionales, el artista plástico José María Casas, sentencia: “La escuela de artes provee de un titulo que habilita al ejercicio del profesorado, y es esa línea de desempeño profesional la que siguen gran parte de sus egresados y no la carrera artística. Eso no quita que su formación sea muy valiosa y brinde innumerables herramientas”.
El artista multidisciplinario, sostiene que “por lo general quien tiene inclinación y gusto por el arte, pero no tiene intenciones de poseer un titulo otorgado por el estado, realiza su formación en talleres particulares y luego la continua por intermedio de clínicas con grandes maestros, y cursos”.
El artista plástico marplatense, Luciano León Liguori, afirma que estudiar en una academia de Artes visuales es bueno pero “las experiencias son lo que marca el destino de cada individuo”.
El joven de 24 dedicó un año de su vida a viajar por países vecinos y asegura: “ese tiempo fue un camino que sin estar en el arte me llevó a darme cuenta que quiero vivir de la pintura”.
Además Liguori confiesa: “en mi caso particular no podría estudiar pintura en una institución formal porque no me gusta que me digan lo que tengo que hacer. Hago lo que quiero con los materiales que yo quiero”.
Todas las miradas y puntos de vista se posan sobre lo mismo: para ser un artista no es necesario “encerrarse” en un aula o instituto sino que debe permitirse un vuelo asesorado y compartido con otras personas, colegas, profesionales o docentes. Pero sobre todo debe existir la necesidad de expresarse impulsada por los propios sentimientos y sentidos, curiosidad y exploración personal y artística.




Conoce a los artistas de Mar del Plata:

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http://www.galeriahoyenelarte.com.ar
http://www.paginadigital.com.ar/canatakis/index.html
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