¡Quiero comer ya!

La comida siempre es un problema para algunas personas. “Como demasiado, como muy poco, como mal”. “¡El nene no me come!”, decían nuestras madres. Y si bien la ansiedad es un trastorno psicológico, cuando el hambre ataca nada la detiene.


Por Agostina Tarantino y Julia Paiz

Son las 7 pm, estás en la oficina, el tiempo de ese maldito reloj no corre. Vos sólo pensás en llegar a casa y descansar. “¡Ay!, ¿dónde estará ese paquete de galletitas que abrí ayer?”, te preguntás desesperadamente. ¿Hambre? No, sólo ansiedad.

11 am, el profe habla y vos mordisqueás tu lápiz. Cuando tus dientes ya están verdes y llenos de astillas, decidís buscar a tu próxima víctima: un paquete de bizcochitos que de pronto desaparece de un solo bocado. Y aunque tu panza no rugía de molesta, vos dejás de lado la Historia Clásica Griega y te concentrás mentalmente en un bocadito.

¿Por qué tenemos ansiedad? Muchas páginas de internet auguran las dietas perfectas y las soluciones definitivas para terminar con este problema. Pero más que un desorden alimenticio, la ansiedad forma parte de un conjunto de respuestas del organismo ante un problema de tipo psicológico. Es decir, está todo en nuestra cabeza.

Siempre es un problema psicológico”, explica la Licenciada en Nutrición Romina Luro (MP Nº810), “generalmente atrás hay un trasfondo familiar, problemas que hacen que el paciente sea más ansioso y lo lleve a comer”.

Ante una situación de alerta, el organismo activa el sistema adrenérgico, que entra en funcionamiento y libera señales de atención a todo el sistema nervioso central. Cuando se detecta una fuente de alimento para la cual se requiere actividad física, se disparan los mecanismos que liberan adrenalina, y se fuerza a todo el organismo a aportar energías.

De este punto de vista, la ansiedad se considera una señal positiva, que ayuda en la vida cotidiana, siempre que sea una reacción frente a determinadas situaciones que ayudan al organismo a resolver problemas puntuales.

La Licenciada en Nutrición Vanina Giamberardino (MP Nº 686), determina: “Hay algunos alimentos que cuanto más comés, más ganas te dan de seguir ingiriendo: harinas refinadas, azúcares, pastas, panes, pizzas, empanadas. Estas comidas causan una liberación de insulina que genera más hambre. Y a veces aunque se pueda controlar, la parte psicológica te lleva a querer comer todo el tiempo”.

El ritmo de vida acelerado conduce siempre a pensar en el futuro, en lo que va a pasar. La ansiedad está estrechamente relacionada con los acontecimientos próximos, con lo que estás calculando que va a suceder. Y la imaginación juega su rol más importante: de acuerdo a tus pensamientos y creatividad, vas a vivir por adelantado las soluciones posibles para tu problema.

El vínculo entre la comida y las emociones es evidente. De hecho, la ansiedad tiene ciertas manifestaciones físicas en el organismo que pueden explicar la mayor necesidad de comer.

Entonces, si la base del problema reside en los conflictos personales hay que analizar qué es lo que está pasando, por qué se tiene la necesidad de comer tanto.

Muchas veces, la ansiedad por la comida es producida por factores como el estrés o el exceso de preocupaciones laborales. En este caso hay que reflexionar si ese tema tiene solución y si no la tiene, ver qué cambio de actitud se puede tomar.

Estos rasgos también son aplicables a otros hábitos ansiosos como el cigarrillo, el alcohol o el juego.

Recomendaciones ¡¡ansiosas!!

La sensación de hambre producida por largas horas sin comer (desayuno escaso, almuerzo demasiado liviano), es una de las principales causas de la ansiedad.

El café, el té, el azúcar y el chocolate agravan el problema. ¡Como sucede siempre, lo más placentero es lo que más problemas trae! En su reemplazo: jugos de frutas, infusiones leves. Los líquidos en general ayudan a disminuir la sensación de hambre, ya que en la mayoría de los casos hay deshidratación.

Los alimentos deben de ser preferentemente cocinados, porque los crudos no logran saciar el hambre. La masticación de las frutas con más volumen o con cáscara genera saciedad.

Por supuesto, el ejercicio físico es indispensable en cualquier aspecto de la salud, especialmente en casos de ansiedad por la comida, ya que ayuda a descargar las tensiones y a oxigenarse.

Si bien estas pautas pueden reducir el deseo continuo de comer, siempre que haya ansiedad desmedida hay que preguntarse qué está pasando, cuál es la razón por la que surgen estos ataques.

Una búsqueda permanente pero sana del bienestar lleva a mejorar la calidad y el nivel de vida. La ayuda psicológica y médica son pilares fundamentales para estos casos. Lo más importante es sentirte satisfecho, ya que con un buen índice de autoestima se tiene mayor control sobre la comida y la propia vida.