Un peligroso juego de princesas




Por Ivana Freije y Brenda Gratas

De niñas muchas mujeres fantaseaban con ser princesas, vivir en un castillo y conocer a su príncipe azul, prácticamente, un cuento de hadas. Las películas y los relatos alimentaban esa imaginación. Hoy en día, hay varias princesas llamadas Ana, y muchas otras llamadas Mía. De esta forma, se identifican aquellas jóvenes que padecen trastornos alimenticios, ya sea anorexia (Ana) o bulimia (Mía).
La anorexia  (etimológicamente negación del apetito) es un trastorno de la conducta alimentaria caracterizado por una pérdida deliberada de peso, inducida o mantenida por el mismo enfermo.
Por su parte, la bulimia es un comportamiento en el cual el individuo consume comida en exceso en periodos de tiempo muy cortos (lo que le genera una sensación temporal de bienestar), para después buscar o eliminar el exceso de alimento a través de ayunos, vómitos, purgas o laxantes.
Las estadísticas dicen que 1 de cada 25 adolescentes sufre algún desorden alimentario y de ellas, el 10% padece bulimia y/o anorexia. Desde hace algunos años, la Argentina es el segundo país -después de Japón- con los índices más altos de casos de bulimia y anorexia en el mundo.
Quienes padecen estas patologías lo llegan a tomar como algo positivo y creen que no se deben rendir. En internet se encuentran blogs de chicas que están orgullosas de ser anoréxicas o bulímicas, o, como ellas mismas dicen, Ana o Mía. Expresan que lo hacen por las burlas, la frustración, el miedo y baja autoestima, la discriminación, humillación, el maltrato y por ser ignoradas por los demás.

Como yo digo: "Con Ana Hasta que la Muerte Nos Separe"

 “Ana y Mía es casi como una religión, hay que llevarla con honores y hasta la muerte…”
Estricta es mi dieta, no debo desear,
diré mentiras cuando me acuesto cada noche hambrienta.
Ayúdame a pasar por las confiterías,
no dejes caer mi fuerza de voluntad.
guíame a través de los caminos donde mi cuerpo no es como se ve,
aunque camine a través de las tiendas de pasteles,
no compraré nada.
Los pasteles y tortas me tientan.
Ante mí hay una mesa con verduras y lechuga,
llenaré mi estómago con líquidos.
Los cuadros de calorías y pesos me seguirán todos los días de mi vida
y descansaré en el temor de las básculas para siempre.
Amén

   No, no es alguna especie de oración de una secta. Es la “oración” que “rezan” las chicas que se consideran princesas Ana y Mía. Recalcan que formar parte de su mundo es un estilo de vida que quienes desean tomar el riesgo, deben llevarlo hasta las últimas consecuencias.
Los trastornos de la alimentación son patologías en las que interviene una compleja multiplicidad de factores. Éstos pueden incluir trastornos emocionales y de la personalidad, presiones familiares, una posible sensibilidad genética o biológica y el vivir en una cultura en la cual hay una sobreoferta de comida y una fuerte presión social para mantenerse en forma o con una buena presencia, que generalmente se refiere a valores estéticos directamente vinculados con la delgadez.

¿Quién dijo que la vida es color de rosas?
   Rosana sufrió de bulimia a los 14 años. “Todo comenzó en consecuencia a las burlas en el colegio y a la insistencia en mi casa de que era muy flaca”, recordó. Pensaba que lo ideal era “engordar para gustarle a todos”.
   Rosana prefería comer a solas, pero estaba obligada a almorzar y cenar con su familia. “En mi casa se usaban servilletas de tela, -expresó- yo masticaba la comida y usaba la servilleta para limpiarme las comisuras, en ese momento escupía el bocado. Luego, tiraba todo a la basura y lavaba la servilleta”.
   Tras no comer, se levantaba a la madrugada a escondidas y se daba atracones que le hacían sentir culpa e ir al baño a vomitar.
-¿Tu familia estaba al tanto de lo que te sucedía?-
-No, la bulimia y la anorexia no se conocían hasta que alguien de tu entorno las sufría. Cuando fui al médico descalcificada se dio a conocer mi enfermedad.-
   En su habitación se podían encontrar envoltorios y restos de comida escondidos, y en cuanto a rastros físicos, además de su delgadez, Rosana tenía los nudillos y las manos lastimadas, y desde sus labios hasta el mentón paspados.
   Cuando el doctor le hizo una orden para ir a un centro de rehabilitación y contención para trastornos alimenticios, Rosana fue obligada a ir por sus padres. “Cuando llegué a la puerta y vi las personas con cuerpos esqueléticos que ingresaban me impresioné mucho, eran muertos en vida”, confesó y aseguró que fue en ese momento en el que tomó conciencia y con la ayuda de su familia, y sobre todo de su voluntad, se pudo recuperar.




A las palabras se las lleva el viento, pero otras, quedan navegando en la web…

   Hay ciertas frases que estas chicas “predican” en sus blogs. No sólo las manifiestan sino que también llegan a agredir. Por ejemplo, subieron una foto de una chica con sobrepeso, y como epígrafe, se podía leer: “Si te cuesta controlar la ingesta de alimentos pronto te convertirás en una ‘hermosa ballena’.” Ya sea con fotos o con palabras, realizan lo que ellas mismas dicen haber sufrido: burlas, discriminación, humillación, maltrato. 

“La anorexia es una forma de vida no una enfermedad”.
“La felicidad está al alcance de dos dedos y un ayuno”.
“Ser Ana (anorexia) o Mía (bulimia) significa querer la perfección”
“Las páginas pro-ana y pro-mía, así como los grupos, no son pro-enfermedad, ni pro-muerte. Simplemente son pro-perfección”.
“Somos fuertes y lo vamos a lograr, porque Ana y Mía no son “asesinas” como las llaman, sino que son la voluntad que nos guía al triunfo, a la felicidad y al cumplimiento de nuestros sueños”.
“El fin justifica los medios, por eso lo hacemos”.
“No, gracias, a la comida; sí, por favor, a la delgadez”.
“Hambrienta por la perfección”.
“Si te duele es buena señal”.
“Sólo me siento guapa cuando tengo hambre”.

Supersiticiones: Los porqués de algunas creencias populares



Por Gimena  Lepere

Basta con sentarse en una mesa familiar un domingo al mediodía, o salir a la calle un día de lluvia para enfrentarse con infinidad de supersticiones que, si bien tienen  fundamento o explicación,  son creídas y respetadas por mucho sin conocer los  porqués de las mismas.

Hay un porcentaje importante de familias que creen en las hechicerías más comunes. Claros  son los ejemplos y testimonios de la familia Roldán, Fernández y Méndez. La pareja conformada por Juan cruz y Florencia, y los abuelos  José Antonio y Elisa, fueron tomados para intentar explicar aquellas creencias que se presentan en la vida cotidiana y que poseen el nombre de supersticiones.

De esta manera explicó Matías Roldán una de las anécdotas familiares que suelen ser comunes en su casa.

ESCENA 1. INTERIOR. COMEDOR DE LA FAMILIA ROLDÁN.DÍA
La masa está servida, la madre siempre es la última en sentarse porque viene con la fuente de tallarines hirviendo. Todos felices comienzan a comer. No falta nadie,  la madre, el padre, la nena, el adolescente, con su nueva noviecita y la abuela. En el televisor está el infaltable partido del domingo junto al fanatismo del jefe de familia.

-         Goooolllll!!!! - . Y del salto que pega el padre, se derrama la copa de vino tinto.

Ese es el momento exacto en que la madre se desespera por que no se le manche el mantel y ensucia todas las servilletas para limpiar.
La abuela, con mucho ánimo se moja los dedos en el vino derramado y exclama:
-         ALEGRÍA, Alegría!!! -. Y moja con vino en la frente a cada uno de los que están sentados en la mesa.
Si se derrama vino en la mesa, automáticamente se debe aplicar en la frente de cada uno de los comensales y decir ALEGRÍA. Según esta creencia o superstición, el vino simboliza la sangre de Cristo, y cumplir con esta costumbre es igual a atraer la felicidad eterna.
-           - ¡Le falta sal! - exclamó la madre.
Antonella, novia de Matías, por intentar caerle bien a su suegra no hace más que alcanzarle el salero, pero la madre, la mira fijo.
-              - La sal de mano en mano es mala suerte, hay que apoyarla  en la mesa-.
 De los nervios, no solo la apoya en la mesa, sino que sin querer se le cae el salero y se derrama.
La abuela, trata de tranquilizar la situación.
-             - Nena no te preocupes, agarrá un poquito de la sal que se derramó y tirátela en el hombro izquierdo.-
La adolescente obedece sin entender, pide disculpas, mientras su hermosa camisa celeste luce nevada.
El origen de la costumbre  data del año 3.500 a.C. Ya entonces se creía que la sal era incorruptible, razón por la cual se convirtió en símbolo de amistad. De ahí la creencia de que si se tira, la amistad se romperá. Para contrarrestar ese supuesto efecto maldito, se debe echar una pizca de la sal derramada sobre el hombro izquierdo. Pero a su vez, algunos mantienen que es de mal agüero derramar de forma involuntaria la sal o que se caiga un salero: el responsable de ese fatal descuido verterá tantas lágrimas como granos de sal se hayan desperdiciado. Sostienen algunos que esta creencia procede de la Última Cena, en la que Cristo derramo la sal.

ESCENA 2. EXTERIOR. PEATONAL SAN MARTÍN. DÍA.
Juan Crúz y Florencia están a un mes de casarse. Caminan por la peatonal, entran a un local de ropa donde Florencia mira los sacos de invierno. Afuera, el cielo gris. Comienza a llover.
Florencia saca su paraguas de la cartera y se lo entrega a su novio, pero éste, sin advertirlo, lo abre dentro del local de ropa.
Abrir el paraguas bajo techo se califica de mala suerte. La primera noticia que se tiene de esta creencia data del siglo XVIII en inglaterra, donde creían que daba mala suerte por la negatividad que existía entre el paraguas y la casa, ya que ésta protege a sus habitantes y no tolera ninguna protección adicional. Si alguien lo abría sobre su cabeza, supuestamente esa persona moría antes de que acabase el año.

No obstante, mientras siguen caminando por la peatonal y discutiendo acerca de dicha superstición, Florencia se detiene asombrada. Es que sin darse cuenta, pasó por debajo de una escalera.

Pasar por debajo de una escalera no sólo se califica de mala suerte sino que es señal de que no vas a casarte. Es por el triángulo que forma ésta con la pared. Antiguamente se pensaba que todos los triángulos eran un símbolo sagrado, tanto las pirámides como la trilogía de la Santísima Trinidad y, por lo tanto, era un sacrilegio pasar bajo ese arco.
Se cree que, una vez que se había pasado, el mal se conjuraba cruzando los dedos, escupiendo una vez bajo la escalera o tres veces después de cruzarla. También se relaciona esta superstición con el patíbulo: siempre había que usar una escalera de mano para colocar la soga y también para retirar el cadáver: la muerte y la escalera iban siempre muy unidas. Otra creencia proviene de los cuadros de la crucifixión, en los cuales figuraba una escalera bajo la cual Lucifer veía con furia cómo Jesús moría para salvar a la humanidad. De ahí la costumbre de santiguarse para preservarse de las furias del Diablo o ahuyentar el peligro.

ESCENA 3. INTERIOR. LIVING COMEDOR. DÍA
Elisa y José Antonio Méndez son un matrimonio de 40 años de casados. Cuentan que la rutina los acompaña con total felicidad. Todas las tardes la mesa del living luce decorada con los bizcochitos preferidos de José, el te con leche, tostadas, queso crema y mermelada de higos.
El televisor la mayor parte del día está en canales de noticias.

Voz en off – tv:
-            - Una pareja de ancianos de 78 años de edad fueron brutalmente golpeados por tres delincuentes al ingresar a la vivienda para robarles objetos de valor. (...) –

-            -Por suerte a nosotros nunca nos pasó una cosa así-
-            -Hay Antonio, tocá madera sin patas- .


Tocar madera tiene su origen en la madera de la Santa Cruz y en la veneración de que ha sido objeto las reliquias de trozos de madera de ella.  Hace 4.000 años los indios veneraban al roble como la morada de los dioses. Este material simboliza también la protección maternal y aleja el peligro.
 De esta última versión viene la exigencia de que cuando se toca madera ésta no debe tener "patas", es decir, que no valen ni mesas, ni sillas.
Se dice que cuando se menciona algo que se desea que suceda hay que tocar madera para qe efectivamente el deseo se realice y no ocurra nada que lo impida.

Muchas son las creencias que de tanto repetirse pasan a ser supersticiones pero el porqué de cada una de ellas sigue alejándose con el tiempo.
Aunque en Egipto se creía que el gato era la reencarnación de los dioses, siglos después, la Iglesia Católica lo consideró como la reencarnación del diablo, por lo que eran quemados. El negro se identificaba con el diablo por ser el color de la noche. En casi toda Europa y en Norteamérica se cree que un gato negro trae mala suerte si se aleja de ti, pero buena suerte si camina hacia ti.

Las supersticiones están presentes en muchas familias y a lo largo de los años parece que son hereditarias.
El trébol es un símbolo sagrado para los druidas de las Islas Británicas, que ya en el año 200 antes de Cristo pensaban que con él se podía ver a los demonios.
Según la leyenda, cuando Eva fue expulsada del Paraíso se llevo un trébol de cuatro hojas; por eso, desde entonces, se cree que da suerte.

Y por si todo esto fuera poco, a todos los recién casados, los que planean con hacerlo y los que no llegan con el dinero y lo invierten en la “Luna de miel”, sepan que también tiene su explicación.

El viaje post nupcial proviene de la huida que en tiempos de Atila, rey de los hunos, seguía al rapto y matrimonio de la hija, y se llama así por la costumbre de que los novios bebieran un brebaje durante el viaje que contenía vino y miel.