No falta arena, sobran carpas




Por Franco Benevento y Camilo Santoni

Se acerca una nueva temporada de verano en Mar del Plata y con ella comienza una disputa que año tras año se repite y cada vez resulta más despareja. Las playas públicas en la ciudad están en peligro de extinción debido a los desprolijos manejos del Municipio y la poca predisposición de los concesionarios para solucionar este problema. 

Desde el Municipio aseguran que la distribución del espacio es: 60% privado y 40% público. Si uno recorre las playas en verano se da cuenta a simple vista que esto es un engaño, y el espacio asignado al sector privado es mucho mayor. De hecho, desde la ONG “En defensa de las playas públicas”, realizaron una medición satelital que determinó lo siguiente:
 

Imagen satelital realizada por la ONG “En defensa de las playas públicas”
  
El punto del conflicto

Mariano Gemin, fundador de la ONG “En defensa de las playas públicas”, afirma que “el problema con las concesiones es que el Municipio da las atribuciones por un período `x`,  generalmente a 30 años, para explotar una cantidad determinada de unidades de sombra. El conflicto se produce porque no se especifica cómo distribuir esas unidades”. Otro problema es que tampoco se determinan las fechas de armado y desarme de estructuras, así como tampoco la cantidad de accesos públicos que tiene que tener por metro cuadrado y sanitarios de libre acceso, eso lo establece el concesionario, ocasionando los problemas y trabas para acceder a las playas públicas que son frecuentes en “La Feliz”.

Los concesionarios de balnearios argumentan que ellos respetan la cantidad de unidades de sombra que tienen permitidos según el convenio. Pese a que esto es una realidad, se está invadiendo el espacio público por los deficientes controles del Municipio, especialmente del EMTUR, donde la Directora de Recursos Turísticos Fiscales, Mónica Rábano, es la encargada de establecer el límite de unidades de sombra. El espacio de las playas públicas fue decretado en el año 1950 en un pliego de bases y condiciones que establece que desde la línea de ribera - hasta donde llega la marea alta- tiene que haber por lo menos 50 metros para el uso público.

Escucho y sigo

El Defensor del Pueblo, Fernando Rizzi, reconoció la problemática y  afirmó que ya se tomaron cartas en el asunto para resolver varios conflictos que fueron noticia durante el verano pasado. Una gran cantidad de denuncias se recibieron la temporada pasada -incluso hasta mediados de febrero- por casos de concesionarios que impedían la colocación de sombrillas en el espacio público de las playas, principalmente las del sur. Por tal motivo, Rizzi advirtió que dentro del  respaldo legal serán “inflexibles” tanto para evitar que se incurra en este tipo de irregularidades como así también para que se respete la totalidad de las bajadas públicas en los balnearios de la ciudad.
 
Con respecto a la distribución de carpas y sombrillas, explicó que es un tema más complicado de resolver porque la situación jurídica según la playa es distinta. En algunos balnearios, como los del Sur, desde la época fundacional de la ciudad, quedaron como propiedad de la familia Peralta Ramos. Estas playas no tienen concesionarios, tienen dueños, con escrituras y posesión de las tierras. Sin embargo, de acuerdo al código civil y al código de aguas de la Provincia de Buenos Aires, hay un sector de toda playa que es público, y tiene que permanecer de esta manera.

Los ricos, ¿piden permiso?

Los concesionarios de los balnearios 1, 2, 3 y 4 de La Perla, son Carlos y Leandro Pilaftsidis, Juan Salvi, Ezequiel Ramos y Natalia Puglisi. Todos ellos recibieron la adjudicación tras haber participado de una licitación desarrollada durante los últimos dos años. Además de abonar un canon los empresarios deberán realizar obras de remodelación: vincular al complejo turístico con la Plaza España, la construcción de cocheras subterráneas para 150 autos y la ampliación del Museo Lorenzo Scaglia -por eso el gran interés en deshabitarla como ocurrió, por ejemplo con el Circo La Audacia-. Según se informó, la iniciativa privada prevé la realización de las obras por un monto total de $50.537.887, de los cuales unos $14 millones estarán dedicados a la remodelación de los balnearios y más de 36 millones a la mejora y refuncionalización de los espacios comunes. 

Para el Torreón del Monje, la iniciativa, aprobada con el voto favorable de Acción Marplatense y del concejal Lucas Fiorini, pertenece a su actual concesionario, Paratorre S.A. En este caso la firma ofreció el desarrollo de un Centro de Servicios del balneario Torreón, a partir del complejo Argos; la ampliación y refuncionalización de "El Carrousel". También existen otros planteos como la creación del solarium "Helios", del conjunto histórico patrimonial "El Belvedere-Pidgeon", la estación Torreón y áreas de asistencia al turista. El proyecto también contempla la construcción de un Centro de Interpretación, una pileta climatizada cubierta, una pileta de salud, una estación de muestreo de datos biológicos y climáticos, un sector de estacionamiento y una bajada náutica, entre otros puntos.

Dame pan y llámame tonto

El problema de hacer concesiones a muchos años es que en Mar del Plata, como en otras ciudades costeras, ocurre algo que se llama erosión marina, que es producida a través de la acción hidráulica - la presión de las olas que rompen a los pies del acantilado-, proceso por el cual los sedimentos del agua son arrojados contra la superficie rocosa reduciendo con el paso del tiempo el tamaño de las playas. Algunas han reducido su extensión hasta 15 metros, en sólo un año. Si se hacen concesiones de acá a 30 años, como ocurre en muchos casos y se autoriza al privado a que explote el espacio según su conveniencia, sabiendo que hay erosión costera, se genera una disputa entre el Estado y el concesionario, porque si ese espacio quedó debajo del mar, nadie se hará cargo de eso y los privados no van a querer retroceder con sus carpas, sabiendo que están amparados por la firma del contrato, causando que cada vez haya menos playas públicas.

Para paliar la situación, desde el Municipio y con el apoyo de la Cámara de Empresarios de Balnearios (Cebra) proponen hacer un refulado, que consiste en un proceso millonario mediante el cual se extrae arena del mar, y se la deposita sobre las playas, a fin de aumentar sus dimensiones. Dicho proceso involucra el dragado, es decir la extracción de arena sedimentada, del banco de arena localizado extremo de la Escollera Sur, para luego trasladarlo, mediante un sistema de cañerías, hacia las distintas playas de la ciudad. Cuando se hizo el último dragado del puerto hace 2 años atrás, no se hizo el refulado por lo costoso que era.

El último gran proceso de refulado en la zona fue impulsado en 1998 por la Comisión Mixta para la Recuperación del Puerto y las Playas. Con una inversión cercana a los 30 millones de dólares, se logró aumentar considerablemente la superficie de las playas marplatenses. Se extrajeron casi 2 millones de metros cúbicos de arena, los cuales fueron volcados sobre playa Grande, Varese, Cabo Corrientes, Torreón del Monje, Bristol y Popular. La falta de mantenimiento de dicha inversión ocasionó la lógica reducción de las mismas con el paso del tiempo, llegando al día de hoy, 18 años después, a plantearse la realización de otro refulado que costaría aproximadamente 150 millones de dólares. ¿De dónde saldrá la plata?, sin dudas de nuestro bolsillo.

El futuro llegó hace rato

Hay cada vez menos playa, y los controles son casi inexistentes. Ante esta situación es difícil saber cuánto van a durar las playas de Mar del Plata con arena. Entre la erosión, las excavaciones con las máquinas para rellenar con arena las playas que luego se come el mar, y el clima que empeora la situación, no va a quedar otra solución que en unos años hacer el refulado y pagar las consecuencias del poco cuidado. Luego de varios temporales en los últimos meses que se llevaron gran cantidad de arena, se acerca la temporada de verano 2017 y los concesionarios no van a dar marcha atrás colocando la misma cantidad de unidades de sombra que el año pasado. Si hace unos años cuando el mar subía llegaba hasta la línea de sombrillas y carpas, este verano seguramente nos termine tapando el agua. 

La calle, mundo de invisibles


Por Micaela González, Sasha Müller y Cleopatra Torres


En Mar del Plata hay 213 personas que no tienen hogar. 120 viven en la vía pública. 20 viven en la calle por ser adictos. 170 son adictos por vivir en la calle. 213 personas en una ciudad como Mar del Plata no pareciese ser una cifra estrafalaria. Pero, hay que tener en cuenta que esta cifra la da el gobierno. El mismo gobierno que no tiene un solo asilo municipal de asistencia permanente y cuyos únicos centros de atención (El campito, El grillito, ente otros) tienen como principal regla de convivencia “no ingresan ni drogado ni alcoholizado”.
 

-Muchas personas prefieren vivir en la calle antes que tener que adaptarse a las reglas de una institución- reflexiona Liliana. 

Liliana y Juan Carlos, los referentes de la Noche de la Caridad en la parroquia  San Cayetano ubicada en Násser y Moreno fueron quienes mostraron su descontento ante las formas que optó el gobierno para solucionar o contener a las personas en situación de calle. 

San Cayetano es una de las once iglesias cristianas que tiene asignado días y zonas en particular para distribuir abrigo y alimentos a quienes más lo necesitan. Cada lunes menos el primero de cada mes. Sopa, polenta, fideos, estofado, carne. Lo que consigan, lo que la gente done. Lo que se pueda. Siempre lo que se pueda.

“Son siempre las mismas caras”, reflexiona Juan Carlos. “Se agregan algunos rostros nuevos pero, en esencia, son siempre los mismos. Algunos piden ayuda pero cuesta que esto ocurra”.

Liliana y Juan Carlos son pareja hace más de veinte años. Tienen un hijo, Rodrigo, que cada dos por tres pierde sus documentos. Es adicto. “Que ironía, uno es capaz de ayudar a los otros pero no a su propio hijo”. La tristeza e indignación se refleja en los ojos de Liliana. Mira por la ventana y se pierde. Ve pasar los momentos. Cada llamado de la policía, cada llamado de su hijo, cada ida al registro civil. Cada grito de ayuda. 

Próxima a la capilla, San Cayetano cuenta con una habitación gigante donde se guardan las donaciones de los contribuyentes y donde los chicos que están por tomar la comunión realizan eventos solidarios. Hay una cocina. Allí preparan las 260 bandejas que reparten cada lunes. Parece ser que San Cayetano está excedido de donaciones. ¡260 bandejas a distribuir en el Materno Infantil, el hospital regional, zona centro y zona ferrocarril mientras que en toda la ciudad son tan solo 213 las personas en situación de calle!

Mientras Vilma Baragila, por entonces concejal, anunciaba la creación del primer refugio municipal en la intersección de San Juan y Juan B. Justo, Miguel la miraba esperanzado. Él vivía en la calle, a mitad de cuadra. El refugio sería en la esquina. Estaba cerca, era su zona, “su gente”. Era la posibilidad de restaurarse socialmente. Era la posibilidad siempre y cuando Mar del Plata viviese en una eterna época de campaña electoral. Sólo eso, una estrategia política. Las falsas promesas recaudadoras de votos.
Hoy, Vilma Baragiola es secretaria de Desarrollo Social. Hoy, Baragiola dice no recordar sobre esta propuesta pero su “memoria puede fallar”.  Hoy, Miguel está muerto a causa de neumonía

Liliana pasa del dolor que mostraban sus ojos hace instantes a la indignación. Se le enerva la sangre. Lo cuenta y hiere, sangra por la herida. No puede creer lo que vivió. No comprende cómo es posible que quienes deben defender a las personas, aprovechen la situación a su favor. Ven a decenas de personas pasar hambre y frío. “Somos un voto más. No te das una idea cuantas veces vinieron concejales a figurar. A hacer política con nosotros. Vienen, prometen y desaparecen. Ya no más. No quiero tener nada que ver con ellos”. 

Sigue. Continúa. Irradia malestar. Cada lunes ella y su marido reparten comida, hablan con los jóvenes, con los más ancianos. Conocen a varias personas en situación de calle, varias personas que tienen hogar pero no tienen que comer, varias personas que tienen necesidades. Lo ven desde dentro. Para muchos, son sólo números. “Las 213 personas en situación de calle”, repiten. Para ellos, son sus amigos. Conversan, saben la vida de este y del otro. Los conocen, pasan el rato. Cuando sobran bandejas, incluso cenan juntos. Saben si estudian, si trabajan, cuántos hermanos tienen, en que barrio nacieron, cuándo es su cumpleaños. Lo viven desde dentro. Los indigna. Lo demuestran. “No sé si era Juampi. La edad no coincide pero la descripción física sí. No, no, vos estás hablando de Santiago. Claro, en frente a la plaza, donde está la pinturería. Nunca se quiso ir de ahí”. Se confunden. Son más de las 213 personas que nos quieren hacer creer. Juampi es Juan Pablo Ramos, el hombre que fue expulsado de un parador social por “agresivo” y por encontrarse bajo los efectos del alcohol.  Amigo de la pareja. Uno más al que el estado le dio la espalda. 

“Nosotros sabemos que no podemos arrastrar a nadie a lo que no quiere hacer", dijo Baragiola cuando se le preguntó por la muerte de Juan Pablo. “Yo no le puedo imponer a ningún funcionario la obligación de llevarlo por la fuerza”, agregó. De nadie es la culpa y a la vez es de todos. Una persona murió en la calle, parece que a nadie le importa. No existen protocolos efectivos o por lo menos no se los implementa. Una persona que se  encuentra bajo efectos de la droga o el alcohol, ni hablar si presenta actitudes violentas, no puede quedar en la calle. El municipio no lo entiende, busca excusas para evadir el tema.


 “Nos da mucha pena, a nadie le gusta cruzarse con este tipo de situaciones, pero las adicciones y el frío hacen un combo explosivo”

“No podemos permitir desmanes”, esa es la explicación que dieron desde el Palacio Municipal acerca de la expulsión de Juan Pablo Ramos del Campito. "No podemos permitir que en un estado alto de consumo o ansiedad producto de la falta de otras cosas provoque desmanes con el resto de las personas”, dijo la secretaría Vilma Baragiola para justificar lo injustificable. La desatención del estado que provocó una lamentable perdida. La misma frase que repiten de memoria desde para lavarse las manos, para sacarse la culpa de encima.   

“Siempre hacen los relevamientos en verano. Quieren saber dónde están, en qué puntos de la ciudad. Afean el panorama. Los corren de sus lugares. Ni hablar si están radicados por el centro o por Güemes. No quieren que el turismo los vea. Los esconden. Sólo eso. Los esconden. Durante el resto del año, ya no son asunto del gobierno. Al menos, hasta el próximo verano o las próximas elecciones”, cuentan, se lamentan, se indignan Liliana y Juan Carlos.

La oposición no se guardó sus comentarios. Santiago Bonifatti, Presidente de Acción Marplatense, compartió un malestar similar al de Liliana y Juan Carlos. Malestar que no debe tener más de 11 meses, cuando abandonaron la gestión. Uno no debe olvidar qué durante el gobierno de Gustavo Pulti, más precisamente en 2015, se proclamaba: “No tenemos chicos en la calle.” 

Pero ahora la cosa es diferente, la oposición se muestra descontenta. La actitud positiva se disipó en tan sólo pocos meses ymuestran una preocupación inminente: "El municipio necesita más refugios",  se necesitan "planes de gobierno",  se necesita "gestión". Similar a una receta de cocina.

Como si se hablara de otro tema, de otra realidad. Desde el municipio aseguran tener contralada la situación y estar  ejerciendo la mejor labor. “Trabajamos las 24 horas buscando personas y atendiendo denuncias”, aseguró, se defendió Baragiola. “Para que nosotros podamos tener una efectividad del cien por ciento tendríamos que cambiar las leyes", se justificó la secretaria.

La pelea política sigue. Hay que hacer esto y lo otro. Pasan gestiones, años enteros y las mismas personas siguen durmiendo en la vereda. Los números van variando: 100, 200 personas. Números, estadísticas, dato duro. La gente les pasa por al lado. Son invisibles, o tal vez no los quieren ver. No quieren ver la decadencia de la sociedad. El fracaso de muchísimas gestiones. De muchos planes. De muchas promesas. No se quiere conocer sus historias, interiorizarse, tener conciencia de lo que padecen para así no acordarse de ellos en los días de temporal.

A cruzar el charco: De Africa a Argentina



 Por Rodrigo La Frossiay Neri del Huerto


Son 6981 kilómetros los que separan la ciudad de Dakar, capital de Senegal, de la provincia de Buenos Aires y aproximadamente 30 horas de viaje en avión. Este es el recorrido que realizan algunos de los oriundos del país africano, que en muchas oportunidades deciden aterrizar en Argentina para tener una mejor calidad de vida, poder tener empleo y así generar un buen salario que los ayude a vivir mes a mes . Esta idea se asienta con una frase firmada por ellos mismos: “Cualquier lugar es mejor que África”. La prueba de la veracidad de esta frase se da en el ejemplo de mandar dinero a sus países, situación en la que algunos comentan que llegan a despachar 400 dólares por mes, casi tres veces más de lo que cobrarían allá.  

 Abdou Kane tiene 35 años, no tiene hijos y hace cinco tomó la decisión de colgarse la mochila para cambiar de continente y así buscar una mejor vida. Solo tuvo que juntar el dinero para pagar su pasaje, cuestión que no fue del todo fácil, y también poder traer algunas monedas para sobrevivir, aunque sea un mes. Partió de la península de Cabo Verde (Costa Atlántica africana – Dakar) y llego a Centroamérica, donde comenzó su aventura, primero para llegar a Perú, después a Bolivia y por fin días más tarde poder pisar suelo argentino. La meta era una: parar en una ciudad que tenga playa. “En la playa están los turistas y ellos son quienes tienen plata”, comenta Abdou con una mínima sonrisa que se marca en su rostro explicando que para llegar a la costa marplatense paso antes por los balnearios del partido de La Costa.

El caso de Abdou y la mira apuntando hacia la Costa Atlántica no es el único. Estos buscadores de la América versión siglo XXI , decide en su mayoría trabajar en las playas de Cariló, Pinamar, Villa Gesell, Necochea, San Bernardo entre otras, para luego pasar el año en las principales urbes como Buenos Aires y Mar del Plata. 

No hay archivo de un número preciso, pero se estima que, en los últimos 10 años, la cantidad de personas que están en tránsito provienen de Nigeria, Camerún, Senegal y también de Ghana. Según el censo del 2010, el número de personas de los países mencionados anteriormente que se encuentran radicadas en Argentina asciende a 214.

 Los datos de la Dirección Nacional de Migraciones muestran que, hasta junio del 2015, se otorgaron cerca de 400 documentos a ciudadanos provenientes de esos países, cifra poco creíble. Es decir, un 82,7% más. Sin embargo, gran parte de las ONG involucradas en los casos explican que las cifras que ellos estiman superan los 1000 indocumentados. Estos datos son tomados de personas africanas en tránsito que se mueven generalmente por el centro porteño y las ciudades balnearias.

Muchos ciudadanos se preguntan por qué los africanos llegan a Argentina, la respuesta para Abdou es fácil y sencilla, lo que también explica un poco el porqué de su decisión: “Tengo la suerte de haberme ido soltero de Dakar, prácticamente sin familia. Solía trabajar juntando frutas, cargando una bolsa en mi hombro y caminar hasta llegar a descargar y de vuelta a lo mismo por tan solo algunas monedas que solo servían para alimentarse. El viaje completo para llegar a estar instalado en la Argentina me costó la mitad de lo que sale una casa en África (el gasto del viaje fue de30 mil pesos aproximadamente)”, detalla Kane acerca de las diferencias que se pueden encontrar. Y agrega que “Argentina tiene empleo y con lo que pagan puedo tener un techo y comida, pero no es fácil como parece”. 

Otra de las razones por las que muchos africanos deciden mudarse para el continente americano es la cuestión legal. Las políticas migratorias que se ofrecen en la mayoría de los países latinos es abierta y no se tiene trabas para conseguir la radicación en el país que se elija, a diferencia de Europa y Estado Unidos, que han decidido bajar los cupos de inmigrantes.

A medida que la charla sigue, Abdou Kane se relaja más y la confianza va creciendo. Entre las diferentes lenguas africanas y la mezcla de ingles y castellano, Kane suele caminar por la playa Bristol y la zona de la peatonal San Martín vendiendo películas grabadas, algunos cds de música y, a la vez,  atiende en un puesto de la zona. “Yo tengo la suerte de no tener que mandar plata para mantener una familia, pero muchos de mis conocidos que están en la zona llegan para trabajar y entregarle una parte de la ganancia a sus pares que se encuentran en sus respectivos países”, argumenta el vendedor que a su vez aclara: “El invierno en Mar del Plata es muy frío pero puedo trabajar igual. Las condiciones climáticas en la península de Cabo Verde son muy diferentes”.


Salvo por el nombre geográfico, África no existe", afirma el periodista y escritor polaco Ryszard Kapucinski en su libro “Ébano”. “África es un continente que tiene 55 países, mil millones de personas, multiplicidad de mundos, etnias, voces, culturas... África heterogénea y rica contada desde allí y desde aquí”, relata. A pesar de eso, es un gran contienen que tiene una gran cuestión a resolver: la falta de agua es uno de los problemas principales, la gente hace cola de horas y horas con baldes que solo sirven para no morir deshidratado. Es aquí, donde, aunque muchos piensen que “no hay nada mejor que casa”, como compuso Gustavo Cerati, ellos digan que cualquier lugar es mejor que África.