“La muerte de un niño es un hachazo al corazón”



 Por  Carina Soto, Mónica Silva y Andrés Ceillan.
La guardia del Hospital Materno Infantil “Victorio Tetamanti”  de Mar del Plata atiende aproximadamente a 300 niños  menores de 15 años por día  y los médicos  pasan gran parte de su vida allí, ayudando a los  pacientes que llegan a la guardia. Desde fines de mayo a julio se atienden aproximadamente entre 500 y 600 chicos por día por enfermedades respiratorias, como gripe, bronquiolitis y otras. Otro pico importante es en verano,  se incrementa la cantidad de pacientes con el turismo. Durante enero pasan cerca de 500 menores por día.

Las enfermeras  Laura Martínez, Mara Almiros,  Sonia Martínez y Ana María Gómez describieron cómo es trabajar en la guardia y qué las llevó a ejercer esta profesión al lado de los más pequeños.

Empezaron a estudiar enfermería con el fin de tener una salida laboral, pero con el paso de los años y el ejercicio de su labor se dieron cuenta que realmente lo que querían hacer era ayudar a los niños.
“Nos reconforta que los pacientes sean agradecidos, te den un beso y se acuerden de vos cuando te cruzan por la calle o si vuelven al Hospital”,  dijo Laura Martínez con una enorme satisfacción que se le escapaba por los ojos. Todas coincidieron con que lo malo de la profesión es el sueldo.
“Trabajamos con vidas, un error nuestro no es el mismo en otro tipo de trabajo”, manifestó Sonia Martínez y señaló que no desprestigia el trabajo de otras personas, pero que ellas tienen otro tipo de responsabilidad.
Para beneficio de los profesionales que desempeñan tareas en el Hospital, tienen a su disposición  una guardería para sus hijos.  “Siempre y cuando tengan una edad comprendida entre los 3 meses y tres años”, aclaró Ana María Gómez.

El nivel Social  en la actualidad no es el mismo que hace 15 años atrás.

Las enfermeras reciben insultos por parte de los padres de los  niños que atienden  y muchas veces no saben cómo manejar ciertas situaciones de violencia.
“Ingresan al Hospital  menores  de 13 o 14 años que los encuentra la policía en la calle, a la madrugada, alcoholizados o drogados y son atendidos en la guardia, y quedan internados en el Hospital hasta que  vengan sus padres a retirarlos. Al no haber ningún adulto responsable junto a ellos no sabemos cómo contenerlos”,  explicó  Laura Martínez.
Los profesionales tratan de resolver qué procedimientos utilizar, ya que cuando  los padres de los menores van a retirar a sus hijos muchas veces agreden verbalmente a las enfermeras o las cuestionan  por haber atendido al niño sin autorización de ellos.

Pasar una navidad o año nuevo en la guardia

“En el momento del brindis la pasamos muy bien con nuestros compañeros, somos una familia. Muchas veces  traemos a nuestros hijos y nos organizamos, uno trae la sidra, otro el pan dulce. Y si la pasamos en nuestro hogar al otro día hay que entrar a trabajar a las 6 de la mañana, así que debemos  evitar excesos a la noche, no comer mucho ni tomar demasiado”, dijo una de las enfermeras.

Daniel Piscitelli, médicos con 18 años de experiencia en la profesión,  explicó que pasar las fiestas en el hospital tiene dos polos opuestos. Por un lado es feo porque no está con su familia completa, porque a veces lo acompaña su esposa  y otras sus hijos en la guardia. Pero por el otro, es lindo  ayudar a la gente. “Estás cenando en la guardia y dejás de comer porque entró un chico que le explotó un cohete en el ojo o en su manito”, describió.

-¿Año a año se  incrementa o disminuye las atenciones de quemaduras por pirotecnia?

“No disminuye, al contrario, aumenta. Hay publicidades para concientizar e incluso vamos a los colegios a dar charlas, pero llega diciembre y hasta los mismos padres  los ayudan a sus hijos a  encender los cohetes,  es terrible”, dijo Piscitelli.

Los accidentes más frecuentes que llegan a la guardia son de motos.

El especialista explicó que los padres no toman consciencia y que los sábados  son los días con el pico más alto de la semana en accidentes de tránsito, llegan a la guardia 3 o 4 chicos accidentados. Los niños viajan en el medio de los padres sin casco y muchas veces llevan hasta dos o tres menores en una moto
Piscitelli  afirmó que le ha tocado atender a un niño que quedó con una parálisis cerebral después de un accidente de motocicleta. “La mamá lo puso arriba de la camilla y el nene estaba duro, entonces me contó el problema que había sufrido por no ponerle un casco a su hijo”, señaló el profesional.

¿Cómo se les  da la noticia a los padres de que su hijo falleció?

“Es muy difícil contenerlos, es un hachazo al corazón la muerte de un hijo”, dijo Piscitelli. El médico manifestó que es muy duro dar esa noticia y que les cuesta mucho seguir trabajando en la guardia, porque cambia el ambiente cuando un niño muere allí.

Los profesionales deben desempeñar 36 horas semanales en la guardia del Hospital, además de sus otras actividades en consultorios. Gran parte del tiempo de sus vidas es entregado en la atención necesaria a los menores, sin embargo sus sueldos no son buenos. Pero ellos aman lo que hacen  y no se arrepienten de haber elegido esta carrera tan sacrificada y con  tanta responsabilidad, ya que  muchas veces tienen la inmensa satisfacción de salvarle la vida a un niño.


No va más: Los jóvenes y la adicción al juego


“De la ruleta te quiero llevar. Roja la sangre, verde el paño de la libertad, pero mi suerte es negra, mis dientes van a estallar”. Los Piojos de la canción de la canción “Ruleta” del álbum “Verde paisaje del infierno”. 
 Por Ivana Freije, Ayelén Casares y Brenda Gratas
“Comencé visitando el casino los fines de semana, iba con amigos. No era mucha la plata que gastábamos, 20 o 30 pesos no más. Después empecé a ir en la semana, para distraerme en los días complicados de trabajo. Cuando me quise dar cuenta, bastante de mi sueldo lo depositaba en el casino, mentía cuando decía que iba a ese lugar y hasta emprendí negocios paralelos para obtener mayores sumas de dinero. A esa altura mi familia sospechaba que algo estaba mal, no era el mismo de antes y por ello me mandaron a buscar ayuda profesional. Les agradezco que lo hayan hecho”, contó Agustín de 23 años uno de los muchos afectados por la ludopatía juvenil en Mar del Plata.
La Asociación Argentina de Psiquiatría clasifica a la ludopatía (o adicción al juego) como una conducta de juego inadaptada, persistente y recurrente, que alterase la continuidad de la vida personal, familiar o profesional. Es una adicción en la mayoría de los casos, por ello hablamos de enfermedad crónica. A su vez, define a esta adicción como el comportamiento que presenta cinco o más de los siguientes síntomas:
- Pasar mucho tiempo pensando en el juego, como experiencias pasadas o formas de conseguir más dinero con qué jugar;
- Apostar cantidades cada vez más grandes de dinero para sentir excitación;
- Haber tenido muchos intentos infructuosos por jugar menos o dejar de jugar;
- Sentirse inquieto o irritable al tratar de jugar menos o dejar de apostar;
- Jugar para escapar de los problemas o de sentimientos de tristeza o ansiedad;
- Apostar mayores cantidades de dinero para intentar recuperar las pérdidas previas;
- Mentir sobre la cantidad de tiempo o dinero gastados en el juego;
- Cometer delitos para conseguir dinero para apostar;
- Perder  una relación u oportunidades en sus estudios o en su carrera debido al juego;
- Necesidad de pedir dinero prestado para sobrevivir debido a las pérdidas ocasionadas por el juego.
Pero no sólo es dura la vida de la persona que se hace adicto al juego, sino también para el que se lo proporciona. Tal es la historia de Horacio un empleado del Casino de la Ciudad de Mar del Plata, que ahora ya está jubilado, y que explicó lo rara y culposa que es la sensación que tuvo durante todos los años que vivó como casinero. “Es difícil saber y aceptar que uno vive en base al juego, y se hace doloroso cuando ves que alguien adicto, es quien ayuda, en cierta forma, a llevar el pan a tu casa todos los días”, afirmó.
Por otro lado, Javier, actual empleado del Casino, resaltó lo importante de ser imparcial y no divulgar el estado de la persona que va a jugar, pero sí de proporcionarle la alternativa de pedir una autoexclusión, un mecanismo por el cual el Casino toma una fotografía de la persona y se firma un documento para que luego de eso no pueda entrar más a ningún casino de  la provincia de Buenos Aires. “Son los menos lo que toman la decisión y a su vez tampoco hay ayuda de ningún profesional. No hay un protocolo para casos en donde un jugador se larga a llorar o pide ayuda”, dijo. A su vez, destacó la cantidad de jóvenes que concurren a jugar ya que antes no era tan visto: “Se puede observar desde las 11 am que abre el establecimiento hasta las 3 am los jóvenes que van, hombres y mujeres, y su deterioro. Lo más impactante es en las mujeres porque se nota con el paso del tiempo como se dejan de arreglar y preocupar por sí mismas ya que es más el tiempo que pasan allí que en sus casas”.