Por Sol Gurrieri

Según la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA), en Argentina los estereotipos estipulados han llegado tan lejos que al querer alcanzarlos, éste se convirtió en el segundo país, después de Japón, con los índices más altos en casos de bulimia y anorexia en el mundo.
Las estadísticas de ALUBA, indican que el 39% de los jóvenes sufren algún desorden alimentario. Si bien esto afecta en mayor proporción a adolescentes y jóvenes, cada vez baja más la edad de inicio de estas enfermedades. En la actualidad se ven trastornos en niños a partir de los 4 o 5 años. Y a su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que el 15% de quienes padecen anorexia, mueren a causa de estas patologías.
¿Cuál es la raíz del problema? La televisión, la publicidad y la industria de la moda, exponen modelos y estereotipos físicos que son cada vez más inalcanzables. El conflicto ha crecido notablemente en los últimos años con la evolución tecnológica que permite que los niños tengan libre acceso a ella, y con esto, las posibilidades de inculcar ideas desde temprana edad aumentan.
El nutricionista marplatense, Emiliano Forte, analiza los motivos por los que sus pacientes acuden a él y llega a un resultado: El 80% de ellos buscan adelgazar, y el 20% restante asiste para mejorar su salud y sus hábitos alimenticios. Y al mismo tiempo destaca que ese número es la consecuencia de querer imitar estos “modelos a seguir”. Sin embargo resalta un dato curioso: Argentina tiene un índice de sobrepeso y obesidad de un 60%. Es decir que más de la mitad del país no se ve identificado con estos cánones pero aun así el intento por formar parte se mantiene de manera persistente.
Las consecuencias de la obsesión con el cuerpo perfecto, trae aparejados daños físicos y psicológicos masivos que pueden llevar desde alteraciones psicoemocionales, como vergüenza; depresión; ansiedad y trastornos dismórficos corporales; hasta incluso la muerte, producto de la decisión de dejar de comer, y/o de generarse atracones de comida para luego vomitarlos.

Los parámetros de la moda no son ninguna novedad, siempre se han presentado mujeres altas, delgadas, con medidas proporcionadas y narices finas. Sin embargo Lola Hunkeler, directora de LH Modelos de la mano de Roberto Piazza, asegura: “Las modelos no tienen que ser necesariamente delgadas. Hay marcas o diseñadores que me piden que las chicas no sean extremadamente flacas o muy delgadas”. Y al reflexionar sobre esta realidad la conductora de Looks TV agregó: “También asociamos la delgadez con enfermedad. Por mi parte los estándares de belleza son modas y hoy la tendencia por ejemplo es que la mujer se vea psiquiátrica o enferma, muy overzised (sobredimensionado)”.
Si tenemos en cuenta que por definición un modelo es aquello que sirve como pauta para ser imitado, y que por lo tanto, es lo que uno quiere o intenta alcanzar, debemos considerar el aspecto físico de las protagonistas publicitarias son seleccionadas con un motivo aparente. En términos publicitarios el perfil más consumista es el de las personas infelices, y por ello en la publicidad se trabaja sobre la ilusión de la felicidad. Al sistema capitalista no le conviene que la gente se sienta satisfecha, y es por esto que propone modelos cada vez más inalcanzables.
“Un creativo no debe preocuparse por lo políticamente
correcto, sino por seducir para vender un producto o una marca. El cliente
dice el qué y nosotros el cómo venderlo”. Con estas palabras Jesus
Valderrábano, consejero delegado de la compañía de marketing y comunicación
Ogilvy & Mather explica cuáles son las prioridades para el mercado
publicitario, en una nota para ElPaís. En contraposición a este concepto,
Javier Piedrahita, director de Marketing Directo, otra de las empresas
internacionales más importantes, dice: “Si los investigadores de mercado y los
anunciantes se dieran cuenta de su responsabilidad social y se
cuestionaran sus hipótesis pasadas, podrían nacer objetivos que valen la pena,
tanto para la sociedad como para las empresas, y entonces no haría falta hacer
falsas promesas a aquellas personas que buscan su felicidad”.
Todo gira en torno la satisfacción de las superficialidades.
Es por esto, que en relación a esta dicotomía, la socióloga italiana Roberta
Paltrinieri razona la problemática de una manera muy sencilla: “La gente
feliz genera vínculos, mientras que la infeliz compra compulsivamente”.
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