Por Jonathan
Gimarey y Nahuel Rodriguez.
A partir de que uno sube a un taxi pueden ocurrir dos cosas: que el momento en el auto transcurra en un silencio total, mirando por la ventana cual turista en sus primeros momentos de vacaciones o que surja una conversación con el taxista. Una charla que rompe el hielo y tiende a ser descontracturada y catártica. Los temas de conversación son muy variados, casi infinitos, siempre y cuando, el conductor y el pasajero se presten a la charla.
Las conversaciones con el tachero van desde llevaderas a entretenidas e incluso bizarras o exóticas. Son comparables a las charlas que se pueden entablar con un mejor amigo, un psicólogo o con un desconocido a las seis de la mañana afuera de un boliche después de haberse tomado hasta el agua de un florero. Los taxistas son una fuente inagotable de saber urbano, son un barómetro político, social e incluso hasta sexual.
Desde
puteadas por el fútbol, la inseguridad o la política, hasta consejos: “Pibe, vos haceme caso a mí”,
frase con la cual, sacan a relucir su “saber universal” que se extiende en una enciclopedia de anécdotas y formas de pensar
nunca antes escuchadas. Ningún tema se les escapa a estos señores. Pueden
confirmar si los ovnis existen o no, o
resolver el conflicto de la deuda externa argentina en un solo viaje.
Algunas
webs le sacaron jugo a este fenómeno ya
conocido pero muy poco estudiado o debatido. Páginas en Facebook como “Me lo contó un tachero” iniciada en 2014, se creó con la consigna de que los internautas manden
por mensaje privado sus conversaciones con los taxistas y las historias son
publicadas en dicha fanpage y se comparten entre los usuarios de la red social.
En
el país vecino de Chile también aprovecharon este fenómeno, y surgió en 2013 una serie web llamada
“Conversaciones en un taxi sobre una planta” . Esta serie consta de 9 capítulos en
los que el conductor del programa, junto con el taxista, invitan al auto a distintas
personalidades referidas al mundo del cannabis (marihuana) y son entrevistados
hasta llegar al destino. Desde políticos, antiguos vendedores de drogas y
doctores son los invitados a subir al coche.
Carlos
asegura que de lo que más se habla en los viajes “hoy en día es sobre el
trabajo: ‘Me echaron del laburo, la empresa en la que trabajo no da más’, sobre la plata que no alcanza, etcétera,
etcétera”. En cambio Mauro cree que los temas más comunes son “la
inseguridad, el aumento de los servicios y la economía en el hogar”.
“De lo que se habla ahora es de Uber
(aplicación para solicitar taxis), después se habla de política y de los
precios”, explica Alberto. Por su parte Luis afirma: “La gente no charla mucho,
pero cuando dice algo, habla de
política”.
Los taxistas como
psicólogos de los pasajeros:
Carlos:
“Antes uno era un poco más psicólogo, se hablaba de las cosas, ahora no, ahora
están todos rayados, la relación entre taxista y pasajero es distante”.
Mauro:
“Somos una especie de ‘psicólogos forzados’, la gente aprovecha para
descargarse, algunas personas se han emocionado porque te empiezan a contar
temas familiares y se genera el ambiente para alivianar un poco la tensión del
día a día”.
Luis:
“Uno en un ratito, a la gente le puede a levantar el ánimo, porque las personas
están siempre con un nerviosismo increíble con lo que está pasando y por ahí
uno les dice algo y se sienten mejor y escuchados. Es una psicología
callejera”.
Ricardo:
“Uno siempre hace de psicólogo, como para sacar a la gente un poco del momento
que está pasando, o pibes que suben al auto y están alcoholizados o que se han
peleado y te toca ser psicólogo en esos casos”.
Las anécdotas a la orden
del día:
Carlos:
“Hace como 30 años, en Luro y España, yo estaba estacionado en la parada, y
subió al auto un pibe que venía siempre a tomarse el taxi. Sube rápido y me
dice: “llevame hasta Ayacucho”, yo pensé que quería ir a la calle Ayacucho y
Jujuy y cuando salí para allá me dice “No, no, llevame hasta la ciudad de
Ayacucho, porque se me fue mi mujer”, y lo tuve que llevar hasta Ayacucho”.
Alberto:
Trabajando en horario nocturno a la salida de los boliches ya dos veces me vomitaron el auto. Tuve que mandar a
lavarlo y a uno le saqué como $80, para el lavado. Y otro no me quiso pagar y
le dije: ‘¡Bueno, tomatelá!”
Ricardo:
“Yo hace poco que soy taxista, pero una vez una señora se tiró del auto en
movimiento cuando estaba frenando porque no tenía plata para pagarme.”
El
histrionismo de Luis lleva a la pregunta de si con el taxi se puede tener “alguna conquista” y él
responde como una estrella de varios kilómetros recorridos: “En el taxi hay que
levantar. Emocionar a una mujer para que no razone, la emoción puede a la
razón. Cuando una mujer razona, fuiste”. Yo he tenido algunas conquistas, pero
no puedo hablar de mi sensualidad ni de mi vida privada”, termina de hablar,
exhibe su ropa formal, sus lentes de sol y se va a continuar con su trabajo.
A
modo de análisis, en la mayoría de las entrevistas a los taxistas se evidenció
que durante las charlas con los pasajeros se tratan temas personales con
frecuencia, sin embargo, no son las únicas temáticas ni tampoco lo
predominante en cada viaje.
Entre
las primeras categorías de contenidos de conversación en los taxis aparecen la
política y la economía del hogar, como
por ejemplo la suba de los precios desocupación, etcétera.
Mientras
que en un segundo puesto quedan los temas de índole personal del pasajero que quizás luego, se
conviertan en anécdotas.
Por
último, como tópicos más relegados, quedan los referidos al deporte y el clima,
que los tacheros admiten, los utilizan, por lo general para iniciar la conversación con el pasajero.
De
esta forma, el mito de que el taxista es
un psicólogo callejero se convierte en realidad bajo ciertos parámetros que
tienen que ver con la predisposición tanto del conductor del taxi, como del
pasajero a bordo, en una relación que los últimos años se ha vuelto distante,
pero que no deja de tener excepciones e historias dignas de ser contadas.
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