Asilo Unzué: Hogar de mitos, leyendas y relatos escalofriantes



Por Tamara Vartabedian y Emanuel  Laure
 
Las silenciosas habitaciones del Asilo Saturnino Unzué acogen innumerables historias de un sin fin de huérfanas, monjas y curas que desfilaron por sus instalaciones, desde el año en que abrió sus puertas, en 1912. Un oratorio de estilo romántico bizantino, una edificación en forma de H, pisos de mármol, molduras talladas y muebles de antaño, componen el gran Patrimonio Histórico Nacional, que desde las costas marplatenses es un ícono de la historia local. 

Dejó de funcionar como hogar de tránsito en 1997, para transformarse hoy en un centro cultural por el que transitan cientos de personas en los días de exposición. Lo que en algún momento fue un centro recreativo para niños, concentrado en las dos manzanas que componen el perímetro del lugar, hoy se encuentra en reparación y desde hace más de una década permanece la mayoría del tiempo deshabitado. Pero, ¿realmente lo está?

 Son muchos los mitos creados en torno a esta inmensa y tan antigua construcción, pero éstos no son, en su generosidad, historias contadas al azar. Del lugar mucho se dice y poco se afirma. Jóvenes que vivieron en el Unzué, hoy en día mujeres adultas, confirman que allí les ocurrieron hechos paranormales: camas que se movían solas, pasos fantasmales pasadas la medianoche y puertas que se abrían y cerraban mágicamente.

 Por otra parte, en la actualidad, serenos del turno noche confiesan que, mientras realizan su recorrido obligatorio por las instalaciones a las 3 de la madrugada, al pasar por determinados lugares, escuchan el sonido de una cajita musical, risas y hasta el llanto de un bebé.
 Pero, existe algo aún más extraordinario: se dice que en 1927 una monja del lugar fue violada por un capellán que realizaba constantes visitas al Oratorio. El estremecedor relato no concluye ahí, sino que cuenta que la novicia habría sido encerrada en uno de los túneles subterráneos del Instituto, para que la historia no trascendiera y se convirtiera en un gran escándalo de la época, y nunca más nadie oyó hablar de ella, ni de la vida en su vientre.

 “El capellán existió y vivía a media cuadra del edificio, pero jamás pudo ser confirmada aquella grave acusación. Otra versión sobre el mismo hecho, cuenta que el violador no habría sido el capellán, sino el chofer que llevaba a pasear a las huérfanas y que había abusado sexualmente de una de éstas, abandonando la ciudad días más tarde”, comentó Victor Recanatesi, director del Saturnino Unzué.

 En otra línea, no son menos los pormenores sobre mujeres pertenecientes a la aristocracia. “Al quedar embarazadas, sin desearlo, se refugiaban en el Asilo los nueve meses de gestación, mientras que sus familias fingían ante la sociedad, aclarando sus ausencias como viajes a Europa”, afirmó Recanatesi. Estas jóvenes permanecían en el edificio hasta el momento de parir y luego volvían a sus casas, de acomodado status social, mientras que los libros del orfanato documentaban, rápidamente, el nombre de un nuevo huérfano.

 Atravesando los inmensos muros construidos por el arquitecto Louis Faure Dujarric, esfumándose entre las ventanas cubiertas por telarañas y fundiéndose entre las prominentes puertas que surcan el palacio, encomendado en 1908 por María de los Remedios Unzué de Alvear, podemos encontrar infinidad de historias como éstas, y de ex huéspedes del lugar que, generación tras generación, fueron alimentando los mitos y las creencias populares. No obstante, reconociendo la existencia de leyendas, también, se puede admitir la presencia de elementos que podrían probar la veracidad de ciertos relatos contados de boca en boca y que dejan a la reflexión cuánto de verdad o cuánto de mentira hay en casa cosa.


 Se habla de abortos clandestinos, túneles secretos bajo las instalaciones usados durante la dictadura militar, repetidos suicidios en la capilla, espíritus juguetones y turistas que han fotografiado la edificación y encontrado, sorpresivamente, entre sus fotos, siluetas de una mujer embarazada. Muchas de estas cosas no han podido probarse certeramente, pero, para los amantes de las historias de terror y la adrenalina, solo resta pasar una noche en el imponente edificio que se alza frente a las costas de la ciudad, y contar si, finalmente, pudieron escuchar el llanto del bebé o el arrastrar de las cadenas de la monja.

Deportes de contacto, de una moda a un camino a la inclusión





 Por Lorena Heredia

Es sabido que el deporte es  un estilo de vida que permite  una relación de comunicación entre las personas.  Además es una metodología educativa y de integración de un gran número de niños y jóvenes en riesgo de exclusión social. Entre las actividades más habituales y optadas  como método de integración están el fútbol, el boxeo y el básquet, entre otras.  

Pero en los últimos años con la televisación de varios espectáculos, como el  denominado ¨Vale Todo¨  y los combates de MMA, han despertado la atención en muchos ámbitos y los marplatenses no se quedaron afuera de esta nueva moda.  El reconocimiento de numerosos deportes de contacto que hasta hace muy poco eran desconocidos, como KickBoxing,  Full Contact, Muay Thai o Thai Boeing (boxeotailandés), el BrasilianJiuJitsu, el Jujutsu (la lucha japonesa), Judo, Sambo(Sistemade combate cuerpo a cuerpo Ruso), el karate Kyokushin (derivado del karate tradicional) y el Kravmaga (sistema de lucha y defensa implementada por las fuerzas de seguridad israelíes) por mencionar algunos.

Los explosivos combates dentro del  octógono permitieron  a millones de nuevos  espectadores conocer  y maravillarse con los golpes de puño, patadas, agarres, estrangulamientos, barridas, rodillazos, y cualquier técnica que lograse la sumisión de uno de los deportistas. Así también que muchos quisieran aprender sobre estos nuevos deportes.  Hoy es normal que la mayoría de los gimnasios cuenten entre su franja horaria alguna o varias clases de los denominados deportes de contacto, donde cada una cuenta  con una enorme afluencia de público mixto. Por otro lado, cada vez son más las mujeres que practican el arte de la lucha, sin  contar que cada vez son más las damas que deciden subirse a un ring para competir.

Pero muchos pensarán qué tiene que ver esta nueva moda con la inclusión. Muchos de los jóvenes ven muy seductora la idea de aprender a “agarrárse a las piñas”, ya sea para defenderse,  sentir que es el más guapo del barrio, o imaginando la posibilidad de subirse alguna vez a un ring.  Luego el deporte los ayuda a ver el mundo de otra forma.

Una muestra de ello es Ezequiel Fernández (23) que entrena en una academia marplatense de KickBoxing.  “Empecé peleando en la calle, me quería despegar de las juntas  y arranque entrenando kick  para descargarme de  las energías que me hacían mal, y porque me gustaba pelear”, explicó.  Su aguerrida personalidad  con el agregado de técnicas y ejercitación diaria hizo que no  tardará en demostrar  sus dotes para el combate. Fue así que un día, “ Osvaldo  (Pinilla), el entrenador, y  me propuso entrenar para pelear. Me empezó a gustar y ahora mi meta es llegar hacer profesional”.  


Esta es una muestra de cómo se puede encontrar en los   deportes como el KickBoxing, el MuaiThay y el Full Contact un nuevo refugio, en donde los  arduos entrenamientos funcionales,  que van desde el aprendizaje de todo tipo de  técnicas de golpes de puños y patadas, han sido el lugar que les permite encontrar un entretenimiento  sano lejos de las calles y los malos hábitos. Además allí se fomenta la relación entre pares, el respeto por el otro, el orden, el  compañerismo, la camaradería y la amistad sin importar “cuantos pesos lleve uno en el bolsillo”.

Atrás quedaron aquellas falsas creencias del comienzo,  cuando Ezequiel pensaba que ponerse los guantes  iba a hacer que tuviera más enfrentamientos callejeros.  Por el contrario el nuevo ámbito le brindo otra perspectiva de la que  él conocía. “Con el tiempo comenzás a tomar una conducta  y sos más responsable, sabes que si agarrás a alguno en la calle lo podes lastimar. Además el kickboxing me dio la posibilidad de conocer mucha gente diferente de otros lados, sana, que te brinda otras cosas. Te relacionás con gente que jamás se te hubiese ocurrido  que te ibas a relacionar, que te muestra otro punto de vista”.  En la actualidad este joven se alejó de la calle,  trabaja, está terminando el secundario en la escuela nocturna, y como deportista es poseedor de  dos medallas  de plata en modalidad kickboxing en el Panamericano de Foz de Iguazu y  en el último sudamericano de Río de Janeiro. 

Es claro,  que a la hora de entrenar las diferencias quedan de lado. No importa si vive en el centro, Los Troncos, en barrios Las Heras, Belgrano, Batán, o en una quinta de la ruta 226.  Todos son compañeros y  buscan como grupo  los mismos resultados, aprender, distenderse, divertirse y pasarla bien más allá del  objetivo individual de cada uno, ya sea entrenar para pelear sobre un ring, aprender los golpes que vio en la tele, o  simplemente, la búsqueda imperiosa del descenso de peso y alejarse del estrés. Muchas personas han encontrado en la práctica de los deportes de contacto un lugar de contención, un ámbito donde pueden desarrollarse, entablar nuevas relaciones interpersonales  y  un nuevo camino a través del deporte.