La puerta del edificio se abre, la sonrisa de Carmen Leda Barreiro de Muñoz va de oreja a oreja, nos saluda como si nos conociera de toda la vida y me da un abrazo como cuando dos personas que se quieren no se ven por un largo tiempo. “Que lindo que sean tan jóvenes”, nos dice mientras subimos por el ascensor. Su alegría es contagiosa, nos invita a pasar a su casa y nos prepara el mate con bizcochitos como se lo hubiera hecho a cualquiera de sus amigas.
Leda es una de las
tantas víctimas del último golpe cívico militar que sufrimos en la República
Argentina. Ella vive con la pena de tener a su hija Silvia desaparecida y de
todavía estar buscando a su nieta que fue expropiada en La Plata cuando apenas
había sido dada a luz.
Me cede el primer mate y comienza hablar de los setenta,
“eran tiempos tan lindos, éramos tan alegres”
afirma mientras los ojos se van poniendo vidriosos. Sus hijos mayores,
Silvia y Alberto, eran militantes de la izquierda peronista, tanto ella como su
esposo estaban al tanto de la situación y los apoyaban en la militancia, de
hecho muchas veces en su casa la juventud montonera se juntaba a tocar la
guitarra y a pasar las tarde ahí.
Todo el calvario comenzó en 1975 cuando fueron perseguidos por
la C.N.U., durante meses tuvieron que vivir en un departamento que les prestaba
el jefe de su esposa porque por las noches entraban a su domicilio para
llevarse a sus dos hijos mayores. “Vivimos así durante 8 meses, ya mi hija
estaba en la Plata junto a Gastón su novio, y Alberto se había ido a Mendoza
con su novia que estaba embarazada. Luego mi marido pidió el traslado a
Bariloche y nos fuimos con Fabián, mi hijo menor, a vivir al sur hasta que las
cosas se calmaran”, cuenta mientras el mate gira y la alegría de
unos minutos atrás va transformando en tristeza.
Pero las cosas no se calmaron, todo estaba comenzando. Una
tarde en Bariloche apareció Silvia para contarles que su hermano y su novia no
aparecían, junto a su marido decidieron viajar de urgencia a la ciudad cuyana
para poder buscarlos.
“Viajamos por la ruta 40 y apenas llegamos a la capital
fuimos a todos lados, comisarías, hospitales, salitas, pero nadie nos sabía
decir donde estaba Alberto. Un montón de veces fui a hablar con el comisario
que solo me amenazaba con que me iba a matar si seguía molestando. Una tarde
caminando por el centro mi hijo Fabián, que tendría unos 9 años, comenzó a
saltar gritando el nombre de su hermano, yo desesperada comencé mirar por todos
lados para ver si estaba en la calle, pero no, estaba en la tapa del diario Los
Andes. Era Alberto todo golpeado, el diario mostró la tortura que le habían
hecho a mi hijo. Por esto el director del diario, Antonio Di Benedetto, estuvo
preso mucho tiempo. Inmediatamente me dirigí a la comisaría con el diario y
pedí que me dejaran verlo. Solo lo pude hacer durante 10 minutos, estaba
desfigurado, pero aunque sea lo pude ver con vida”.
De pronto cuando la tristeza invadía el departamento, suena el teléfono, Leda atiende y la alegría inunda su rostro, corta y afirma “la noticia más esperada, que alegría, la noticia más esperada” y nos abraza.
-¿Encontraron
a su nieta? – pregunté con inocencia
y un poco de vergüenza.
-
Si fuera mi nieta ya estaría desmayada. Apareció la nieta 115, familiar de la
primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Alicia "Licha"
Zubasnabar de De la Cuadra.La alegría que la invade es tan real que pareciera que ella encontró a parte de su familia, después de todo son una familia y con estas situaciones los que estamos del lado de afuera nos damos cuenta que la felicidad de estas abuelas es compartida por todas y que cada nieto recuperado es un poco el nieto de todas.
Luego de hablar de todas las repercusiones que generó el
caso de Ignacio Carlotto y de cómo es el proceso una vez que se tiene la
certeza de que una persona recupero su verdadera identidad nos sumerge
nuevamente en su historia. “Con Alberto, su mujer Ivon y mi nieta Antonia
tuvimos suerte porque estaban en una cárcel donde la Cruz Roja Internacional
tenía acceso así que los torturaban pero sabíamos que no iban a desaparecer. A
mi nieta recién la pudimos tener en nuestros brazos ocho meses después de que
nació”.
Luego de estos acontecimientos Leda junto a su marido y su hijo menor fueron la ciudad de La Plata a ver a su hija. Faltando tres días para Navidad se encontró con Silvia en una plaza, arreglaron pasar la Noche Buena en un hotel de La Boca, además le dijo que tenía una gran noticia para contarle pero que se la quería guardar hasta Navidad. Esa fue la última vez que vio a su hija, el día del encuentro solo apareció su pareja Gastón, le contó que Silvia desde la noche anterior no había vuelto, la buena noticia era que Silvia estaba embarazada.
“Desde que secuestraron a Silvia todo se me derrumbó, nos
movimos por todos lados, vivimos en Paraná luego en Córdoba hasta que
decidimos volver a Mar del Plata en el 78”, cuenta Leda mientras nos
enseña el retrato de Silvia. “Una noche lo
agarraron a mi marido y me vinieron a buscar a mí a nuestro
departamento, me
encapacharon y nos llevaron a los dos, por suerte Fabián no se despertó y
lo
dejaron durmiendo. Con el tiempo me entere que nos llevaron a “La Cueva”
ahí a
mí me torturaban y lo obligaban a mi esposo a ver todo lo que me hacían,
las
cosas que yo he visto y vivido ahí adentro no se lo pueden imaginar.
¿Sabes lo
que hacían los hijos de puta? Los fines de semanas por lo general no nos
hacían
nada, una vez vinieron borrachos a torturarnos un domingo, se divertían
haciéndonos esas cosas”.
A Leda la torturaron hasta 15 días antes de liberarla, la
noche que los largaron a ambos pensó que los iban a fusilar pero milagrosamente
pudo volver a estar cerca de su hijo más pequeño que estaba siendo cuidado por
su hermano. Alberto estuvo preso en las cárceles Sierra Chica, Devoto y
Caseros. En 1981 fue liberado, solo pesaba 58 kilos.
“Nunca nos recuperamos, mi marido murió de inanición, nunca
pudo asimilar la perdida de Silvia ella era todo para él. Con mi familia nunca
hablamos de las penas que sufrimos todos durante esos años”.
-¿Cómo haces para seguir todavía con energías?

La tarde entera se va entre mates, bizcochos, alegrías,
tristeza y una historia que no nos vamos a olvidar nunca. Leda se levanta nos
da un abrazo, ese abrazo ya se siente como el de alguien conocido, y nos dice “gracias”. Nosotros todavía sin
poder procesar todo lo que escuchamos nos limitamos a agradecerle todo lo que
nos trasmitió, abrió una puerta que ya no vamos a cerrar porque los que somos
jóvenes tenemos el deber de conocer nuestra historia porque lo que paso en el
periodo de la última dictadura militar no puede ocurrir Nunca Más.
2 comentarios:
Muy buena!
muy buena nota!, felicitaciones, como puedo compartirla en Facebook?
Gracias!
PAZ y BIEN
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