Un paseo de Mar del Plata a Chile en bicicleta


Por Francisco Caram, Alexis Damboriana y Leo Navarro


Durante mucho tiempo, el hombre ha utilizado primordialmente sus dos pies como medio de transporte, ya sea para moverse dentro de la ciudad o por sus alrededores. Ya con varias décadas encima de historia, los métodos fueron cambiando, desde carros tirados a caballo hasta los enormes buques que atravesaron océanos.
  
Actualmente, el ser humano posee alternativas suficientes para desplazarse libremente por el planeta Tierra: motos, autos, colectivos, barcos, aviones e incluso helicópteros. Al momento de emprender un viaje, todas estas opciones son las que comúnmente la población elige, pero hay un método más primitivo, que no requiere ningún gasto más que una preparación física y mental.

Cristian y Lucas, primos, compañeros, amigos y ante todo, dos aventureros que se animaron a practicar el ciclo turismo, pero no un viajecito cualquiera, sino que decidieron partir desde el Atlántico y llegar al Pacifico. El objetivo era claro, llegar a Chile y hacer todo el trayecto pedaleando sin marcha atrás.
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¿Cómo surge el viaje? ¿Por qué la bicicleta?
-          Los que viajan en moto y en bici tienen algo en común que es innegable, lo hacen porque es una estrategia para moverse y no gastar mucho. Después generalmente todos los vemos desde un lugar más romántico como es viajar mientras haces deporte pero principalmente es económico. Igual terminas gastando en comida, básicamente comés 2000 calorías por día, pero en bici comés 6000 calorías.

-          ¿Hubo alguna preparación?
-          Nosotros no teníamos experiencia, fuimos viendo por internet el tema de las provisiones, etcétera. Lucas no tenía tanta experiencia, era más de la playera. Yo hacía 13 kilómetros en una bici buena y eso fue lo que me movió para salir. Es verdad, podríamos haber probado un Tandil antes pero hubo algo de locura ya que pasamos de hacer 25 kilómetros hasta Sierras de los Padres, a viajar hacer 2000 kilómetros.

-          Antes de viajar ¿Cómo te informaste sobre lo que significaba el ciclo turismo?
-          Es un riesgo hacer ciclo turismo en soledad, es solo vos, la bicicleta y tu mente. Primero iba a hacerlo solo pero a mi familia mucho no le gusto y por suerte Lucas se prendió. El ciclo turismo se viene haciendo desde siempre, en Mar del Plata no hay muchos casos pero en Mendoza o zonas de montaña se hace mucho. Hubo un cambio importante cuando se pasó de la bicicleta de cromo, fierro pesado, a la de aluminio o de carbono que levanta cualquiera.
El viaje nació en Mar del Plata y los llevó por diferentes pueblos y ciudades de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, San Luís y Mendoza. Primero fue Balcarce, después vino Tandil donde las lomas los complicaron un poco, hasta llegar a Olavarría y durmieron en una comisaría. De vuelta en el camino, siguió Estancia Amarilla, Bolívar, Pehuajo, Trenque Lauquen, General Villegas, Rancúl y Unión, en este último trayecto, los muchachos sufrieron una tormenta eléctrica que luego culmino en un hermoso arco iris que atravesaba toda la ruta.
Durante la narración de su trayecto, Cristian se ve obligado a sumergirse en temas que lo acontecieron durante su viaje, como lo son la auto superación, el trabajo mental, la fuerza física y el día a día constante, que tenía como resultado una rutina en la cual 12 horas eran para pedalear y las otras subsistir.
-          ¿Es más importante lo físico o lo mental?
-          Lo mental por sobre todas las cosas. Físicamente estaba mejor yo que Lucas y se notó pero la mentalidad es fundamental. Cuando tenés la mentalidad de que tenés que llegar, llegás, como sea pero llegás.

-          ¿Cómo te preparaste mentalmente? ¿Dónde encontraste la motivación?
-          No tengo problema en bancarme viajes donde sufro desde lo físico, lo disfruto. Es como que se combinaron un par de cosas, lo curtido de los viajes de mochilero y el gusto por la bicicleta. La preparación viene del viaje por América, de tener que dormir en terminales o tener que bancarte días que tenés para comer y otros que no podes sacar un mango del cajero. Tiene que ver con como te levantás, nosotros hubo días que nos levantábamos con 10 grados bajo cero en la cordillera, si te despertás con ganas de seguir o con ganas de quiero a mi mamá, quiero protección. La intemperie es una cagada a palo, no es placentera la situación, es como una prueba y así se te prepara la cabeza, es lo aceptas o no lo aceptas.
 
-          ¿Cómo era la rutina del viaje?
-          Levantarse bien temprano, de noche, tipo 5 de la mañana porque ni bien amanece no tenés viento y en el llano el factor viento es fundamental. Vos un día que tenés viento a favor podes hacer 170 kilómetros, con viento en contra haces 40 kilómetros. Si aprovechás el amanecer o el atardecer sabés que podés adelantar unos kilómetros. Llegando a Olavarría, salimos de Tres Arroyos y el viento en contra no nos dejó seguir, paramos y arrancamos el otro día.

-          ¿Y las comidas? ¿Hacían alguna parada?
-          Se hacen paradas cada media hora para tomar agua o comer algo y cada tres horas para estirar. Con la comida, un desayuno con mate y mucha fruta o galletita. El agua la sacábamos de parar, vas con una 7 u 8 litros encima, en el trayecto tomas un montón de agua. Después vas comiendo alguna barra de cereal o banana encima de la bici. Era una comida fuerte al mediodía o a la noche, después mucha fruta seca.
El recorrido para ellos no fue fácil, el primer tramo que fue la parte llana (Mar del Plata a Mendoza) tuvo partes en las que la ruta ayudaba y otras donde el clima y el viento lo hacía menos llevadero. Las condiciones eran las de un hombre en situación de calle: acostarse a dormir sucio en la intemperie, sin cama, sin techo, solo junto a la bici. Desde la ciudad hasta General Alvear tardaron 10 días e hicieron 1000 kilómetros. En ese trayecto quedaron sorprendidos ya que fue tanto lo recorrido en poco tiempo que lo mental y lo físico se fue por las nubes.
En la segunda etapa las cosas cambiaron. Tardaron diez días para hacer 500 km. Ya no había plan en la cabeza, solo se improvisaba en el camino y se lidiaba mucho calor de día y mucho frío de noche. La cordillera fue uno de los mayores inconvenientes ya que nunca se prepararon para afrontar algo así. Luego de sobrevivir a tal situación, llegaron a Chile pero las cosas siguieron siendo complicadas.
-          ¿Cómo fue el paso a Chile?
-          Nos pidieron los documentos nomas. Una vez que estábamos en el lado chileno, dormimos en la terminal de Talca. El del cambio monetario fue todo un tema porque estaba todo más caro de lo que pensábamos. Entonces empezamos a preguntar cómo llegar hasta el pacifico y un tipo que parecía que sabía nos dice que vayamos por Curepto. Empezamos a trepar y era imposible, hacíamos siete kilómetros y la pendiente era demasiado abrupta, como una pared. En un momento la pendiente era tan alta que le dije a Lucas que digo que, paremos a tomar mucha agua, a comer porque ya notaba que habíamos perdido peso, que habíamos perdido mucha agua, que el cuerpo estaba en las últimas.

-          ¿Cuál fue el momento más extremo?
-          Yendo a Curepto, habíamos hecho 5 km y teníamos que parar. Paramos a tomar agua, habíamos perdido peso y estábamos deshidratados. Paramos en una garita de colectivo y frente a nosotros había una chica de unos 15 años, de rasgos indígenas. Nos sentamos, acostados en las bicis y mirábamos a la chica. Y nos mirábamos ente nosotros, y yo que tengo experiencia de viaje, siempre tengo un plan en la cabeza, empecé a pensar que me faltaban 200 km para llegar al pacífico y que ahí era todo subida y bajada, que volver para el lado argentino era una locura, volver a sufrir todo lo que habíamos hecho para llegar al medio de la cordillera, y entonces me empezó  a dar gracia porque no sabía cómo íbamos a salir de chile. Le dije a Lucas y se reía porque pensaba que estaba haciendo un chiste. Ese fue el punto más extremo del viaje, tenía incertidumbre de cómo iba a salir de ese lugar, realmente no sabía cómo salir de chile, no tenía un plan, me quede sin argumentos.
 
-          ¿Cómo salieron de eso?
-          Avanzamos, y en vez de llegar a las seis a Curepto, llegamos como a las doce y ahí apareció la solidaridad. Una familia chilena nos hospedo, ni siquiera en su casa, sino en la casa de la madre del tipo porque la mamá estaba de viaje. Teníamos una casa para nosotros solos, un plasma de 40 pulgadas, la heladera llena, y encima yo lo traté mal.

Cuando llegamos había un cyber en toda la ciudad y encima era subiendo una loma. Necesitaba llegar al cyber para ver como carajo íbamos a salir de ahí. El tipo nos vio argentinos, les gusto la bicicleta y preguntó, y yo le respondo como uno más, cansado de responder siempre lo mismo y para colmo el internet andaba lento. Lucas si fue más amable y se quedó charlando con el tipo, hicieron buena onda y cuando salí me di cuenta que había sido mala onda y me quede charlando, para cuando nos íbamos, el chileno nos chiflo y nos ofreció la casa. Para cuando me acordé, estaba bañado y durmiendo en una cama.

-          ¿Cómo fue la llegada al pacifico?
-          Este hombre nos dio el camino para llegar y la pendiente seguía. Fue costoso, nos sorprendió, entonces no estábamos preparados mentalmente para afrontar esa ruta. Cuando no te anticipás, aparece la frustración pero ya en el pacífico era, mirar el océano y decir, “pah llegue hasta acá en bicicleta”.
Ya con el objetivo cumplido, la vuelta fue igual de costosa que la ida. Después de 30 días de tanto pedalear, Cristian y Lucas deciden volver a casa en micro pero las cosas siguieron siendo costosas. En Santiago durmieron en un banco para al otro día tomar el micro que los traería a Argentina. Al momento de tomar el colectivo se dieron cuenta que estaban en la terminal equivocada y tuvieron que correr el micro para no perderlo con el peso de las bicis desarmadas y los bolsos. Cinco minutos tarde pero llegaron, golpeando la ventana para que les abran la puerta, lograron parar el micro y emprender el trayecto de vuelta.
-          ¿Cómo fue el recibimiento en casa?
-          Llegamos a la terminal, armamos la bici y nos vinimos, nos esperó la familia acá con un cartel de bienvenida.  Fue como una aventura, volver es como que te cuesta reconocer tu lugar por unos minutos, se sentía raro. Era la sensación de no caer, de que lo hacés por inercia. Después vas cayendo y esa experiencia se vuelve parte de vos, incorporando algo nuevo que es extraño todavía, yo era un profe de geografía que le gustaba viajar de mochilero pero no un ciclista que se va hasta el pacífico. Hoy soy eso también.
 
-          ¿Notaste diferencia entre Mar del Plata y los pueblos que recorrieron?
-          El marplatense es desconfiado, cuando viaja no le cree mucho al tipo de pueblo, le desconfía. Por ejemplo cuando estábamos en General Villegas, llegamos muertos, mezcla de sudor y barro, nos dicen que el camping es municipal y que no hay que pagar nada. En eso había unos motoqueros ahí acampando, se acercan y empezamos a charlar, y el tipo se mostró predispuesto, nos invitó un asado, nos llevó hasta la ciudad para ver las cosas que tenía que comprar y en mi cabeza estaba la desconfianza. No podía entender que es así, no podía entender que en otros lugares la gente se ve y se ayuda, que no está buscando sacar un beneficio y eso para nosotros es muy fuerte porque la ciudad nos acostumbra a sacar una ganancia: “Venite a casa y de paso preparamos un trabajo”, “Paso para ahí y de paso hago tal trámite”.

-          ¿Fue placentero viaje? ¿Tenés pensado emprender otro viaje de este tipo?
-          Yo no soy de moverme por el principio del placer, eso es como un error que identifica los placeres como felicidad. Y a veces la felicidad significa superarse, y ese superarse también es dolor, como tener cien calambres juntos pero te estas superando y te causa dolor. Hay un punto en el que estas en plenitud, es un momento puro, no necesariamente placentero, salís de la rutina, de la zona de confort.
Descarto totalmente volver a hacer un viaje así en bicicleta. Pienso juntar plata, ir a Río de Janeiro y hacer pequeños trayectos en bicicleta por el norte de Brasil, Puerto la Cruz, de ahí a Centroamérica y finalizar en cuba, son solo 600 kilómetros arriba de la bici, no se necesita tanto.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermosa nota!
Me trajo recuerdos de un viaje en moto.tambien pasamos por Gnral. Villegas y la gente nis trato demasiado biennn. El viajar nis invita a ver las cosas desde otro lugar¡!