Rimas de cambio



 Por Eugenia Toranzo y Federico Velásquez

- Buenas tardes a toda la gente del colectivo, queridos pasajeros, espero que todos tengan un excelente viaje. Me presento: mi nombre es Luciano. Para el que no me conoce, yo soy un músico que va a tratar de alegrarles un poco el trayecto. ¿Qué tipo de música hago? Música hip hop, freestyle se le llama. ¿Qué es el freestyle? Freestyle quiere decir estilo libre, y con libertad de expresión, como dice la palabra, voy a empezar a hacer unas rimas, unos versos de acuerdo con todo lo que vea, sienta o me trasmitan ustedes en el momento. Espero que les guste, muchísimas gracias por escuchar, de corazón.

Así comienza Luciano Soto, un rapero marplatense de diecinueve años y uno de los ciento cincuenta artistas callejeros de Mar del Plata, sus shows arriba de los colectivos. Así lo hace desde el verano del 2014, después de que un rapero de Buenos Aires le contara que allá hacían subtes y trenes, se ganaban la vida y "sacaban una banda de plata". No había nada que perder.

- ¿Tenías otro laburo antes?
- Si, con el papá de quien era mi novia.
- ¿Y qué onda?
- Laburaba doce horas por día y me pagaba cien pesos.

Luciano se subió, entonces, a su primer colectivo. Haber subido ya era un logro. Con los nervios que hasta el día de hoy le genera rapear en el transporte público, inició su rutina, que dura entre dos y tres minutos. Después pasó la gorra y recaudó cincuenta pesos. 

- Durante ese día no me dejaron subir a ningún otro, pero de repente pasé a ganar cien pesos por hora. 

Cuenta que lo más difícil, en un principio, era convencer al chofer de dejarlo pasar. Pero ahora tiene un discurso, conoce a más colectiveros, tiene buena onda y "se puede laburar bien". 

- Incluso uno viene a casa y rapea con nosotros.

La charla se da en el departamento de su amigo, y también rapero, Ima. En la habitación, bastante pequeña, están además el rapero Bronx y tres chicas que, con el correr de los minutos, se suman a la conversación: momento para la descontractura y la comodidad.

Para arrancar el día se toma el colectivo en Fortunato de la Plaza, ex 39, y Edison. El límite es la calle Cerrito, que es donde siempre está el chancho: el inspector.

- Hay que ir esquivando chanchos, evitar la conversación.
- ¿Por qué?
- Porque es como el patrón de tu patrón.
- Entonces es más por una cuestión de respeto hacia el chofer.
- Más que nada por el chofer. Sino lo suspenden y le sacan plata de su sueldo.

La cantidad de horas que trabaja por día dependen de sus ganas. Explica que todo va de la mano de la transmisión de energía: si se sube a tres bondis y toda la gente está mal, si no puede conectar con ella, lo bajonea. Primero dice que no va a laburar más, después que va a probar más tarde, que se toma un café y vuelve a intentar. 

- Si ellos y yo estamos con mala onda es complicado.
- ¿Qué hacés entonces?
- No sé, subirme al bondi lo tomo como una terapia también. A veces le cuento mis cosas a la gente.

Rapea mediante pura improvisación, aunque tiene algunas rimas fijas de algún chabón con lentes, o una señora anciana. Son rimas que en el ambiente del rap no se festejan, pero en la cotidianeidad del colectivo sí.

- Es para sacar una sonrisa: de lo simple se puede sacar algo bello, la gente lo capta, y quizás pueda llegar a entender el mensaje.
- ¿Hay gente a la que le moleste?
- Hay. Algunos no agarran la onda. Se quedan tipo ¿rap?, ¿qué es eso?
- ¿Y alguna vez te dijeron algo?
- Me han dicho "andá a trabajar".

El trabajo, por definición, es aquel esfuerzo, aquella labor, que el hombre realiza para conseguir ingresos: un sueldo que le permita subsistir y vivir. Vivir según lo que el sistema consumista, en el cual estamos inmersos, nos dice cómo se debe vivir: consumiendo, comprando. Luciano es un renegado de esta situación.

- La plata es un mal necesario.

Luciano habla con mucha tranquilidad y un tono alegre. Pareciera que no fuera posible que se enoje, pero cuando se lo interroga sobre qué pasa con la gente que no le presta atención gesticula y cambia el tono de voz.

- Vos me podés dar diez pesos y ni siquiera escucharme. No me escuchaste, no entendiste, no me miraste, no sonreíste.
- ¿Eso te molesta?
- Eso me molesta. Lo que vale es que la gente te pueda prestar atención, no la plata. Me da bronca la gente tan embobada con el celular, en su rutina. Uno va para sacar una sonrisa, para que se tomen un recreo de la realidad. ¿No podés sacarte los auriculares dos minutos y escuchar a este loco, que es un loco, pero que puede llegar a contarte algo interesante?
- ¿Preferís...?
Interrumpe.
- Hay gente que no tiene un peso, pero te da la mano y te dice loco, la verdad que lo que hacés vos es un arte.
- ¿Qué te genera?
- Eso me da alta felicidad, me llena muy por dentro. Prefiero eso a toda la plata del mundo.

Bronx dice, medio chiste medio en serio, que él prefiere toda la plata del mundo. Igualmente nos reímos.

- Yo era un nene bueno, pero cuando estaba solo con mamá le torcía la mano y empecé a conocer la calle, y salía y volvía tarde. La calle me trajo a mis amigos y mis amigos me trajeron al rap.

Dice Luciano en referencia a sus trece años y el primer contacto con la música. Habla de su mamá y me da curiosidad su papá: pido permiso para preguntarle y me dice que sí, que no hay problema.

- Se separaron y mi papá se borró y se quedó con todo lo que habían construído juntos con mi mamá. Nos fuimos a dormir a un hotel. Hoy lo veo un par de veces al año: día del padre, capaz alguna fiesta.


En un principio la mamá no aceptaba su deseo de dedicarse al rap, lo veía como un juego, decía que se le iba a pasar, que era un capricho de adolescente.

- ¿Y ahora?
- Ahora creo que está orgullosa. Ella me dijo que está orgullosa.
- ¿Hablás de ella en tus canciones?
- Hay muchas frases para ella y para mi papá.

Cuenta que lo vio viajar varias veces: a Buenos Aires, Villa Gesell, Tandil, a hacer lo suyo. Que cuando le muestra algún tema suyo la mamá piensa uh, se está expresando de verdad.


Luciano ganó la edición costera de la Batalla Dementes el mes pasado, un evento de hip hop en el que participan competidores de todo el país. Ahí lo escucharon grandes raperos que estaban como invitados especiales: Dtoke, campeón del mundo de freestyle, y Papo, subcampeón nacional en dos oportunidades y que recorrió varios países del mundo representando a Argentina.

- Me lo merecía, porque hace un montón lo estoy buscando.
- ¿Cómo fue el camino?
- Es la primera vez que gano una competencia grande como esta: arranqué tirando freestyle hace cinco años y hace tres o cuatro que me anoto en todo. Sigo yendo a las placitas a competir y cagarme de risa.

La primera batalla que vio fue en un video que le pasó un amigo para que se fijara cómo se insultaban.

- Me cagué de risa de cómo se bolaceaban: tiraban un berretín rimando.
- Ahí arrancaste.
- Empecé copiando lo que decían ellos hasta que me fui armando mis propias rimas y de a poco fui progresando.

La perspectiva le cambió totalmente cuando lo invitaron a un evento de hip hop en la Plaza España. Había entre setenta y ochenta personas rapeando. 
 - Desde ahí me lo tomé más a pecho, más en serio. Esto es lo mío y voy a seguir para adelante.

La competencia es lo que más convoca en el ambiente del rap nacional. El público difiere mucho entre cuántos van a ver una batalla y cuántos asisten a escuchar bandas locales.

- Ahora estoy grabando un mixtape, que es como un disco, para lanzar algo. Pero la competencia es lo que te ayuda a difundir eso.
- ¿Tienen algo de negativo las batallas?

Bronx quiere contestar.
- A mí me gusta sentir mal al otro. Es una competencia, te voy a lastimar.
- Ajá.
- Y la gente quiere escuchar los típicos acotes de tu mamá y tu hermana, pero podés usar un poco el cerebro para decir algo mejor.
- Se desprestigia un poco entonces.
- El público de internet no se toma el rap a pecho y se divierten con ellos. Van a escuchar que tu vieja esto o lo otro, y el que tira el berretín más ingenioso, gana. Tal vez ni escucharon un tema de rap en su vida.
- ¿Está mal visto el rap?
- Está mal visto porque es música de calle. Y si va un rapero a la tele lo toman como un payaso y le dicen hacé esto, no lo dejan expresarse como ustedes están haciendo conmigo. Es una falta de respeto.
- ¿Y qué hay que hacer?
- Hay que luchar para que el hip hop se vea como una música y un arte, porque lo es. El rap es compartir lo que se siente.

- En dos años el hip hop se va a ir a la mierda - vaticina Luciano sobre la escena argentina. - Está creciendo mucho, va a estar re power.

La edad media de los raperos en Mar del Plata ronda los dieciocho años. Hoy los guachines, como le dicen a los más chicos, están empezando a los doce o trece. Tanto Luciano, como Bronx e Ima, son de los más grandes. Las generaciones anteriores se perdieron.

- La mitad de la gente que estaba antes se perdió, ya sea por familia o por trabajo. Fue volver a empezar de cero.

Se entusiasman hablando entre ellos de los raperos más jóvenes, de que cómo se ceban, de que ellos no tenían las herramientas que ellos tienen ahora, de que aprenden viendo videos en youtube, que te dan teóricos de cómo rapear, de que eso está bien, de que eso está mal.
- Están haciendo escuela entonces.
- Y sí, estamos haciendo escuela.
Bronx no está tan de acuerdo.
- Ojo, la escuela siempre fue la misma, cambian los alumnos.
- Pero ustedes están marcando el camino.
- Claro. Los guachos se acercan a nosotros.

Me convidan un trago de cerveza de una botella que pasa de mano en mano y aprovecho el silencio para formular la pregunta de qué pasaría si ellos tuvieran que encargarse de su familia o de un trabajo con horarios fijos.

- Pase lo que me pase en la vida voy a seguir adelante con el hip hop.
- ¿Pase lo que pase?
- Pase lo que pase, porque tenemos pasión por esto.
- ¿Qué es el rap para vos?
- Es parte de mi vida. No me canso de rapear: vengo acá y rapeo con los chicos, voy por la calle y pienso rimas, me maquineo, es como una obsesión, todo es rap. Pensás algo y es rap. Es un compañero. Es lo que me da libertad. Me da energía para seguir.


El sonido del portero eléctrico llena la habitación de estridencia. Llegan más invitados. Es hora de irse. Miro el grabador y el minutaje, Luciano hace lo mismo y me pregunta si ese es el tiempo que hablamos. Le digo que sí y nos reímos. Pero quiero volver a preguntar qué busca con lo que hace.

- ¿Qué buscás?
- Busco que la gente se sienta identificada con lo que hago, poder concientizar sobre dónde estamos parados y cómo tendría que ser todo. Todos tenemos una luz adentro que tiene que verse. No tenemos que dejarnos llevar por la maldad, ni por ningún cosmético. Basta de tanta apariencia, basta de tanto prejuicio. Ese es mi sueño. Y otro sueño es hacer ver al rap como otro cosa: no es tiros, no es putas, no es droga. El rap es transmitir y compartir lo que uno siente y vive.
- ¿Esa es tu pelea?
- Es la pelea. Es luchar contra todo lo que se ponga de moda y lo que ahoga, porque al planeta lo ahoga el nudo de una corbata. Están todos apretados por llegar a fin de mes, estresados, y no tendría que ser así, no tienen por qué esclavizarse al horario ni nada por el estilo.
- ¿Y qué le dirías a esa gente?
- Que se dejen llevar, que fluyan en la vida. Que dejen de juzgar, que no se dejen llevar por todo, porque lo que nos rodea no es lo que tiene que ser. Hay que crecer mentalmente. Hay que abrir mentes, y el rap me abrió la mente a mí.


Hotel Royal: Cuando la historia desaparece




Por Valeria Barberis, Yanina Deluca y Sofía Lorenzana.


Fernando Bonnet y su esposa Juana Fabbre dejaron Francia en 1853 y se instalaron en la ciudad de Buenos Aires. Cuatro años después decidieron mudarse a Mar del Plata. Bonnet compró un terreno y construyó allí su casa de adobe, a la que llamó “Gran Hotel Globo”: este fue el punto de partida de la industria hotelera de la ciudad. Años después ese hotel pasó a llamarse “EL Piccolo Torino” y finalmente,  desde el 3 de enero de 1903 llevó el nombre de Hotel Royal. Impulsado por José Rubertis y su hermano, el Royal contaba con 28 habitaciones, pero 21 años después se amplió a un total de 212, pudiendo hospedar a 450 personas.

En los primeros años de la década del sesenta el Banco Nación remodelo sus oficinas. Mientras se construían las plantas superiores, las operatorias bancarias se realizaron en el Hotel Royal. Esto duró hasta el 26 de marzo de 1965, día en el que se inauguraron las nuevas oficinas del Banco Nación. 

En 1966 el Royal Hotel fue adquirido por la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). El Secretario General, Augusto Timoteo Vandor concretó la operación, pero la habilitación oficial recién llegó once años después. 

Si bien hasta el 2006 funcionó ahí el Teatro Alberdi junto con una pileta de natación, gran parte del complejo se encuentra en  estado de abandono desde 1970. Precisamente en ese año, se anunció la construcción de un hotel de 5 estrellas, el cual quedó inconcluso y trajo inconvenientes a los vecinos: basura y presencia de roedores en la zona.

Este año comenzó la revalorización del predio. En enero fue vendido a un grupo empresarial que anunció la construcción de dos edificios, comercios y una playa de estacionamiento

La demolición comenzó a principios de abril. Tras el retiro mobiliario, sanitarios, puertas y ventanas, la limpieza y desratización, personal especializado comenzó con las tareas de desguase. Durante los primeros días de mayo, se llevaron adelante las tareas de demolición.


Son dos firmas de Mar del Plata las que están involucradas en forma directa con la iniciativa. Horacio Ledesma y Cia, a cargo de la comercialización, y el estudio Mariani-Pérez Maraviglia, responsable del proyecto arquitectónico.