Por Victoria Soledad
Genta, Matías Garabello y AntonellaSaíni
¿Mi amor, vamos a tomar un café?”, una frase que en los últimos años
perdió su valor. Sin darnos cuenta, la tecnología está haciendo de nuestra
calidad de vida un concepto abstracto, casi imperceptible.
Hace poco tiempo atrás, no era extraño pensar en el siguiente escenario:
Un restaurant, una pareja compartiendo una cena romántica, risas, miradas
cómplices. Hoy en día, está situación resulta casi una utopía. Los celulares se
han convertido para muchos en una extensión de su cuerpo. Si bien los expertos
llaman a no demonizar a la tecnología, en ocasiones puede ser nuestra peor enemiga.
El inconfundible sonido de un mensaje a deshora, amistades sugestivas o
inexplicables, mensajes directos que generan dudas: en la mesa, en el baño, en
la cama, mientras conversas, comiendo, bailando, paseando… Sea bueno o malo,
hoy es una realidad que los teléfonos inteligentes y las nuevas tecnologías
dominan la vida de las personas, es decir, nuestras
vidas.
La forma acelerada en la que vivimos actualmente también tiene su
reflejo en el uso de la tecnología. En la actualidad el mensaje de texto, el correo electrónico, el
chat o las conversaciones por Whatsapp se convirtieron en formas rápidas de
contacto, pero también demandan formas rápidas de respuesta, lo que produce un
incremento de la ansiedad en la expectativa de recibir respuesta.
"Es frecuente observar la ansiedad
en la necesidad de contacto inmediato sin importar el contexto. Vemos que la
persona no puede esperar ni un minuto y siente una necesidad de responder o
enviar un mensaje inmediatamente. Esta sensación de inmediatez con pérdida del
contexto es un síntoma de ansiedad",detalla el doctor EstebanAlisio, médico psiquiatra de
la ciudad de Miramar.
"Hemos
encontrando varias personas literalmente adictas a diferentes formas de
tecnología, descuidando sus familias, trabajos, parejas y otros aspectos
importantes de su vida. Si la tecnología se utiliza equilibradamente puede
convertirse en una herramienta excelente que ayude, incluso, a las diferentes
relaciones entre los seres humanos”, finaliza.
Julieta Castillo y Pablo Santa Cruz están casados desde hace más de 15
años, y hace más de 10 que residen en la ciudad. Sin embargo, y en relación a
este polémico fenómeno, consideran que el excesivo uso de los teléfonos
celulares y de las redes sociales son motivo suficiente para que una pareja
eventualmente se separe, por más amor que allá en medio. Además, admiten que
tuvieron que hacer terapia para reordenar su relación y tratar de lograr que
“predominen las palabras”, dejando de lado “el aparatito”.
Por su parte, en el plano internacional, Lucila Hinojosa Córdova, investigadora de la Universidad Autónoma de Nueva León, México, menciona en algunos artículos publicados en la red: “Nos estamos volviendo dependientes tecnológicos, en ocasiones descuidamos otras facetas de la vida por estar conectados, y para muchas personas se ha convertido en algo primordial. No debemos perder el rumbo a partir de la tecnología, tenemos que acostumbrarnos a vivir con ella”.
Simplemente nos adentramos en un mundo ficticio, en el cual mientras la
vida nos pasa por enfrente, nosotros la ignoramos. Todo objeto nuevo tiende a
atraer a sus consumidores, sin embargo este fenómeno ha logrado convertirse en
una atracción fatal.
Investigadores y especialistas determinaron que el proceso que manipula a los seres humanos a través de la tecnología se ha de llamar “adicciones tecnológicas”. Éstas dependen de la relación directa y obsesiva entre la “maquinaria” y la persona, y varían según el accionar de este último en un mundo plagado de información de fácil acceso.
Es sencillo comprender que, a medida que la tecnología evoluciona, la
sociedad debe adaptarse al cambio que conlleva dicho proceso. Hoy en día, un
comentario en el Twitter puede ser noticia, así como una imagen en el Facebook
puede conmocionar a un sector de la población o quizá a todo un país. A su vez,
un audio de WhatsApp tiene posibilidades de volver famoso al autor, o una foto
editada en Instagram puede ser criticada.
Los avances tecnológicos no siempre son precisamente avances, en ciertos casos son un retroceso para la educación y la cultura de una sociedad. Esto nos hace, en cierto aspecto, más vulnerables frente a un razonamiento, y por ende más fáciles de manipular.
Es evidente que la tecnología existe en la cotidianeidad de las
personas, que su influencia no siempre es positiva y que el hecho de aceptar
que todo lo que nos muestra o dice es cierto, o no, depende de la percepción de
cada individuo. No obstante, si consideramos y aceptamos queesta no es más que
una herramienta importante en la vida del ser humano, pero que no cumple otra
función más que la de comunicar e informar, estamos perdidos. Los artefactos a
los que nos adherimos como parte de nosotros no poseen sentimientos ni
sensibilidad, y el material que observamos en ellos puede llegar a hacernos
“sínicos”, y hasta “morbosos”. De nosotros depende consumir la tecnología, y que ella no nos consuma a nosotros.
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