Hay miles
de trabajos, todos de diferente índole y exigencia. De distintos horarios,
cortos o largos, también. Pero, ¿qué pasa cuando un trabajo empieza con el fin
de algo?
Por Lucila Morinigo y Jordan Pérez Urrutia
A los niños
de preescolar sus señoritas, suelen preguntarles: ¿Qué querés ser cuando
seas grande?
Se escucha desde
bomberos y policías hasta futbolistas o el famoso “mamá”.
Con esa
edad, probablemente Daniel nunca se hubiera imaginado que se ganaría la vida
haciendo lo que hace hoy.
El trabajo
de Daniel Carunchio (51) es para cualquiera. Cualquiera que se atreva a
convivir con la muerte.
Una de las
tantas dificultades que menciona este tanatopráctico es, justamente, el
desconocimiento de la definición de la disciplina en la que es especialista.
En cuanto a
lo etimológico, “tanatología” proviene de la unión de las palabras griegas thanatos
(muerte) y logos (definición) y se
entiende por tanatopraxia a su práctica.
“En sí, la tanatopraxia tiene varios aspectos.
En el aspecto funerario, lo que logramos es que no haya contagio de enfermedades,
no líquidos, olores, recuperar el color natural de la persona e incluye la
tanatoestética. En lo educativo, se le suma la conservación de esa pieza
anatómica para que los estudiantes puedan trabajar en un cuerpo sin que esté
sumergido en piletones de formol. Y en cuanto al aspecto médico legal, conserva
todas las evidencias para hacer futuras necropsias, donde se puede encontrar,
después de un periodo de siete u ocho meses a un año, causas de fallecimiento
que puede ser por causas traumáticas o no traumáticas”, especifica.
La
naturalidad con la que Carunchio se expresa aleja cualquier prejuicio del que
ignora la dedicación que lleva su trabajo y, a su vez, alienta a procesar lo
inevitable: la muerte y pérdida de un ser querido.
-
¿Por
qué eligió la tanatopraxia?
-
Uf,
muy larga la historia. ¿Tienen tiempo? (ríe) Desde el año 1964, mi familia tiene una empresa funeraria que se
llama “Cochería Paraná”, acá en Boulogne, Buenos Aires. Yo entré a trabajar ahí
de cadete a los 15 años para después pasar por todos los niveles. Los hijos de
mi tío se hicieron grandes y se metieron a estudiar administración de empresas;
'uh está claro que no voy a manejar nada nunca', pensé. Entonces le busqué la
vuelta por otro lado.
-
Y
la clave fue...
-
Claro,
era buscar qué era lo más importante que necesitaba la empresa para el tipo de
prestación que nosotros dábamos. Lo primordial es el cuerpo, que la sala esté
linda o fea mucho no interesa. Lo más importante es que el cuerpo no se pierda,
que no haya olores y que se pueda velar.
-
¿Cómo
arrancó la búsqueda de esa herramienta que les faltaba?
-
Empecé
a investigar un poco el tema y di con un señor que se llama Luis Fernando
Arango Madrid, de Colombia. Ahí fue mi primer contacto con la tanatopraxia.
Tendría 18 años. Me fui a Colombia 6 meses y me resultó bastante chocante el
tema de la falta de bioseguridad. Hoy en día dejaría mucho que desear, para la
época estaba perfecto pero hoy con las medidas de bioseguridad y todo eso, daba
un poquito de impresión.
Luego de
ese período en el exterior, Daniel volvió a la Argentina y abrió su primer
tanatorio, en el que siempre renovó las prácticas con lo aprendido en cada
viaje a Colombia. Los principales temas en los que se instruyó fueron la
anatomía, el sistema circulatorio, fórmulas para embalsamar, lesiones, caudal,
puntos de inyección, puntos de drenaje, arreglos faciales y de la boca,
reconstrucción, ceras.
Sin
embargo, como en ese entonces la formación oficial existía en Estados Unidos y
no en Latinoamérica, en el año 2000 creó en suelo colombiano junto a sus
instructores, una carrera en la Universidad Tecnológica de Antioquia.
Actualmente,
el programa se mantiene y los egresados reciben el título de “Técnicos
Profesionales en Tanatopraxia”.
-
¿Y
cómo siguió esa búsqueda del saber?
-
Después
viajé a Guatemala y conocí a un profesor que se llama Mario Lacape que es
egresado de la Universidad de Cincinnati, Ohio, que tenía otras técnicas mucho
más avanzadas. Estudié con Mario y empecé a ver las fórmulas que aplicaba y
todo eso. Así permanentemente arranqué a viajar todos los años a diferentes
países, Rusia, Holanda, China, Panamá, entre otros, para ver qué es lo que
utilizaban en cada país, y trasladarlo al lenguaje argentino porque muchas
cosas que usan en, por ejemplo, Estados Unidos, no funcionan acá.
-
¿Un
ejemplo de esa situación?
-
Y
mirá... en Estados Unidos, cuando fallece una persona no salen todos corriendo
al velatorio. Allá llaman por teléfono a la funeraria, ésta retira el cuerpo y lo
embalsama y se organiza el velatorio para dentro de una semana o 10 días. ¿Con
qué fin? Primero la bioseguridad, la desinfección del cuerpo que se va a
exhibir y segundo, la organización de las familias porque por ejemplo la gente
grande suele vivir en Miami por el clima y los hijos en California, Texas o
Canadá. ¡Deben viajar! Entonces no tenemos que salir corriendo como acá que
dicen “murió mamá” y salen todos a matarse en la ruta.
A pesar de
esos factores que aún no pueden acomodarse a lo cotidiano de los argentinos,
hubo grandes avances en lo que concierne a la preparación del cuerpo para el
velatorio. Uno de ellos, señala el tanatopráctico, es el cambio del algodón en la nariz y en la boca, que sólo
evitaba la pérdida de líquidos. Al seguir avanzando la descomposición, el
cuerpo continúa expulsando sustancias que pueden ser perjudiciales para la
salud de los presentes en la sala velatoria.
“Hoy se
usa un producto que es un polímero. Para que se entienda, es como el relleno de
los pañales, y lo traje yo de Holanda. Se vende en un sorbete con un talco
adentro que, al tomar contacto con los líquidos corporales, se transforma en un
gel que genera un tapón que no deja que salgan”, explica Carunchio quien también
recalca que si a todos los cuerpos se le practicara la tanatopraxia desde un
principio, “esas cosas extras no harían falta”.
-
¿No
hay ninguna ley que regule la tanatopraxia para que se realice
obligatoriamente?
-
No
hay ninguna ley en la Argentina que hable de tanatopraxia. Hay un proyecto
presentado desde el 2006 que todavía sigue durmiendo en el Congreso de la
Nación. A mi criterio, todos los casos que sean muerte dudosa o en la vía
pública, deberían llevar una tanatopraxia. Un ejemplo fácil, si pedimos el
cuerpo del Fiscal Nisman, ¿qué vamos a encontrar? Nada, sólo un cuerpo en
avanzado estado de descomposición.
Arturo Frondizi, Ricardo Fort, el diseñador Jorge Ibañez, Gerardo
Sofovich, Carlitos Junior, Fabián Rodríguez (esposo de Nazarena Vélez), entre
tantas reconocidas personalidades pasaron por sus meticulosas manos. Además,
supervisó el cuerpo del ex presidente Juan Domingo Perón, durante el traslado
de sus restos desde el cementerio de la Chacarita hasta el mausoleo construido
para homenajearlo en San Vicente.
En ese
extenso currículum, Daniel Carunchio acumuló también 12 años como subdirector
de la morgue de la Facultad de Medicina de la UBA (Universidad de Buenos
Aires), donde los cuerpos son donados y luego de 15 días de guarda, pasan a ser
un objeto y propiedad de la cátedra y son los que usan los chicos para
estudiar.
En una de
las tantas clases hicieron una prueba con un cadáver y, en vez de colocarlo en
piletas con formol, se le practicó la tanatopraxia. Siete meses después, sin
estar ni en cámara de frio ni en pileta de formol, sólo sobre una camilla, se
le pidió a la Dirección General de la Policía Científica que haga una necropsia
sobre ese cuerpo para definir la causa del fallecimiento y el grado de
conservación. El informe de los peritos arrojó que la causa del fallecimiento concuerda
con la que había firmado el medico que atendió al paciente y que el grado de
conservación del cuerpo era del 99,9%.
“La idea
es que a la larga sea obligatorio para todos los cuerpos. En muchísimos países
es costumbre, no pasa por una ley, sino
por el servicio que brinda la empresa funeraria”.
-
Entonces,
¿cuál es el principal problema?
-
El
principal problema pasa porque no tenemos profesionales en el sector. Si vos
querés poner una funeraria la podes poner, y eso no es correcto. Para abrir una
escribanía primero tenés que ser abogado y así sucesivamente.
-
¿Lo
primordial es la prevención?
-
La
idea, sobre todo, refiere a la desinfección del cuerpo además de lo estético,
claro. Tratar de eliminar y reducir el riesgo del contagio de enfermedades. Con
la muerte muchos virus mueren, pero muchos otros nacen. Mirá si en ese cuerpo
que estoy velando está enfermo, acto seguido empieza a perder líquido y que
justo una mosca se pose sobre ese líquido y luego en la jarrita del café que
todos están tomando...
El actual
gerente de Carunchio – Peculo Servicios Funerarios, se refirió también al proceso del
ingreso de un nuevo cadáver:
“Además
de hacerlo en nuestra empresa, atendemos a otras. Se ponen en contacto con
nosotros, trasladan el cuerpo en una ambulancia, presentan un certificado de
defunción y una autorización de la familia.
Con esa
documentación que tenemos, el cuerpo pasa a ser depositado en una camilla donde
se lo desinfecta primero y se le hace una autopsia clínica. En dicha inspección
ocular se registra en una planilla que tiene la forma del cuerpo humano todas
las cosas que llamen la atención ya sean golpes, rasguños. Todo lo que no sea
normal de la persona, queda registrado ahí”.
-
¿Por
cuántas personas está integrado su equipo?
-
El
trabajo lo puede hacer uno solo, pero yo por el tema de las clases, estoy
acompañado por chicos practicantes. Normalmente acá son 3 o 4 trabajando
seguro. Y mi hijo, claro.
Los valores
familiares son los que asentaron los pilares de esta profesión que no tiene
descanso para Daniel. Su hijo Lucas, de 19 años, planea seguir sus pasos en el
mundo de la tanatopraxia.
“Es toda
una experiencia nueva. No mucha gente lo hace y estoy contento”, comenta el joven que brevemente se
sumó a la charla y agrega: “Mis amigos se sorprenden, muchos no tienen ni
idea del significado de la palabra tanatopraxia. Yo les cuento más o menos lo
que hago y quieren acompañarme para ver cómo es, pero al final no se animan” (risas).
Carunchio
eligió traer a su hijo siendo muy pequeño y así lo recuerda: “Sé que no
suena muy normal. Imaginate esto: Tenés ocho años, estás en el cine con amigos
y te suena el teléfono. 'Ya baja un cuerpo para prepararlo, Lucas acompañame'.
Si vos le explicás bien a los chicos las cosas como son, lo entienden y pierden
un poco ese miedo a la muerte”.
La buena muerte como último recuerdo digno es algo que el reconocido
tanatólogo menciona varias veces durante la entrevista y consultarle sobre sus
propios límites demostró la calidad de profesional que es.
-
¿Sería capaz de trabajar en el cuerpo de un
familiar?
-
Sí, de hecho ya lo hice, mis abuelos, mis tías
y tíos. Es que no tengo quien lo haga; obvio hay un montón de gente buena pero
no lo van a hacer como yo. Yo sé lo que hice, si hay que hacerlo, hay que
hacerlo, no importa quién es. Prefiero y elijo tomar el toro por las astas.
La
determinación de Daniel Carunchio no da lugar a dudas en lo que respecta a la
vocación por lo que hace y el respeto que le merece. Afirma también no tenerle
miedo a la muerte en un sentido terrorífico o depresivo, sino que acepta que un
día llegará su hora.
“El que
dice que no tiene miedo a la muerte, te miente. Porque cuando se enferma un
poquito con algo serio, se asustan”.
Antes de finalizar, se encargó de desterrar el extraño mito que rodea a
los que trabajan con personas fallecidas:
“Cuando uno va con la intención de ayudar, no le va a pasar nada. Si
vos vas a molestar o a faltar el respeto no sé qué puede pasar, pero uno va con
al mejor intención de dejarlo bien y que su familia supere la situación de a
poco, dentro del dolor que tiene y lo mejor posible. El muerto, muerto está, no
te hace nada. ¿Sabés qué? Tenele miedo a los vivos”.
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